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El futuro de James Bond

A partir de ahora podemos definir el futuro de James Bond. Son cuatro años los que separaron a Otro Día para Morir de Casino Royale, y del mismo modo, otros cuatro años los que separaron a Quantum of Solace de Skyfall. Pero estos hiatos no se comparan a los seis años que hubo entre Licencia Para Matar y Goldeneye.

Esa si fue una etapa difícil; porque aparte de la renuncia de Timothy Dalton, durante esa época fallecieron dos de los principales responsables de dar vida cinematográfica a la creación del novelista Ian Fleming, el productor Albert R. Broccoli y el guionista Richard Maibaum (a quien considero más responsable que Broccoli por darle el tono y la forma de narrativa adecuada a las películas de Bond). Así que los responsables de perpetuar el legado de 007, Michael G. Wilson y Barbara Broccoli, no solo eran responsables de buscar un nuevo agente, tarea de por si titánica, sino de buscar aquellos colaboradores que amoldarían la imagen del agente hacia el futuro de James Bond.

Esto no parece ser tan fácil como lo pintan, Bond, como todo logro artístico que se precie de tal era producto de su lugar y de su tiempo, más concretamente la Guerra Fría. Para cuando se estrenó Licencia para Matar no había cuco con quien pelear, o al menos no un cuco tan víctima de estereotipos como lo fueron los rusos. Pero en la forma del narcotraficante Franz Sánchez, interpretado por Robert Davi, se presentaba un poquito la punta de lo que serían los villanos Bondianos del futuro: Tipos que no están interesados en tomar el mundo de rehén y conquistarlo, sino en el motivo más viejo de todos: El vil metal.

Al igual que todo fenómeno imperecedero que debe amoldarse a los nuevos tiempos, era necesario encontrar el justo equilibrio para traer a espectadores leales y sumar nuevos espectadores a dicha legión. Debían despegarse lentamente de los rusos y abrirse paso a los nuevos villanos, que no necesitan un arma nuclear precisamente para armar desastre sino una computadora como la que vos, lector, estas usando para leer este artículo. Un desapego de una cosa y el abrazo de otra, que no tomo los cinco años que originalmente se pensaban sino 17. Goldeneye fue ese primer paso, necesitaban meterse en un territorio conocido ––un arma nuclear satelital creada por la otrora Unión Soviética––, y lentamente abrir paso al nuevo territorio ––son analistas de sistemas los que la ayudan a poner en línea y eventualmente salvar la situación––. Con El Mañana Nunca Muere se hizo despliegue del poder de los medios de comunicación y la influencia decisiva que estos tienen en un escenario de guerra. Con El Mundo no Basta se estaban perdiendo las últimas capas de ese cuco y con Otro Día para Morir, podrían haber adoptado como nuevo enemigo el conflicto de Corea, pero fueron inteligentes para bajarse antes de tiempo.

El rol de Pierce Brosnan fue simplemente transicional. Amén de su carisma inherente, él era la amalgama del machismo de Sean Connery y la elegancia de Roger Moore; dos de los Bonds que más presentes quedaron en el imaginario colectivo. Brosnan era la cara visible de lo que creo era la reconstrucción del nuevo universo. En 2002, ya del otro lado del milenio y con Bond habiéndose probado todavía vigente, había que empezar la segunda parte del plan: Un Bond exclusivo de este nuevo milenio. Pero claro, era menester abarcar los orígenes del personaje; dicho rasgo es la clave en las películas de Bond que tienen a Daniel Craig como su intérprete. En estas tres películas nos enteramos, y siempre como parte fundamental de la trama, de cosas muy personales de él y hasta sentimientos. James Bond siempre fue una montaña rusa que no pedía más de lo que podía agarrar, pero con esta iteración del personaje era menester patear el tablero y no solo cambiarle la cara, sino adentrar al espectador en la psiquis de James Bond.

Con el escenario ya establecido, así como su intérprete principal, era menester cambiar u omitir alguna de las caras más conocidas de la franquicia. El principal gesto de amoldamiento lo tiene incuestionablemente en M, personificado en siete ocasiones por la gran actriz inglesa Judi Dench. Hasta esta iteración del personaje, M era solamente la cabeza del MI6, le daba la misión a Bond al principio de la peli y luego lo felicitaba. Nada más que eso. Este concepto de poner a una mujer como cabeza de la Inteligencia Británica no es un capricho con miras a llamar la atención; se sabe o se sospecha que esta feminización del personaje está inspirada en Stella Rimington, la que fue directora del MI5, el departamento de inteligencia interno de Inglaterra (nada que ver con MI6, que es puramente externo), entre 1992 y 1996. Toda película tiene una tesis; esta se puede demostrar o refutar. En Goldeneye, M parece tomar la posición en contra al decirle a Bond que es “Un dinosaurio misógino, una reliquia de la Guerra Fría”  Un caveat levemente agresivo pero que no olvida las dos cosas que Goldeneye vino a demostrar: Que James Bond puede existir más allá de la guerra fría y se puede adaptar a los inevitables cambios que conlleva el paso del tiempo; por ejemplo, que la mujer, un género al que Bond suele dominar, es ahora el que lo domina a él, al menos dentro de la cadena de mando. La personificación de Dench calo un poquito más hondo y le dio un poquito más de dimensión. Una mujer de mucha experiencia, pero también de muchos errores y decisiones arriesgadas; los backstories de El Mundo no Basta, Otro Día para Morir y Skyfall son prueba de ello.

El paso de Brosnan a Craig trajo también cambios y omisiones en los otros dos grandes secundarios de la franquicia, la secretaria Moneypenny y Q.

Desmond Llewelyn, a pesar del quiebre de seis años, continuo siendo Q cuando Brosnan se tuvo que poner el smoking (o en su defecto el traje sastre Brioni). Él se supo amoldar muy bien a todos los Bonds que pasaron, hasta que un accidente automovilístico determino que El Mundo no Basta fuera su ultimo Bond. Cuando él le decía al Bond de Brosnan “Siempre ten un Plan de Escape” para descender en el suelo, nadie se iba a imaginar que ese escape también sería el prólogo a su deceso. El sucesor fue el genial comediante, ex integrante de Monty Python, John Cleese, cuya iteración de Q no estaba para nada mal y transmitía la experiencia y el humor que siempre fueron la marca registrada del personaje.

El futuro de James Bond

Con la incorporación de Craig, y por ende el de un Bond un poco aún más arraigado a la realidad en comparación a Brosnan, Q no era muy necesario. Hoy por hoy, la sociedad moderna con sus Ipod, Ipads, Blackberries, Tablets, GPS, gadgets que en retrospectiva parecen salidos de la división Q, los inventos por ingeniosamente ocultos que estén en lo cotidiano no dejaban de ser interpretados en la actualidad como chiches con estilo. Así que para poder continuar con el plan, Broccoli y Wilson determinaron que el personaje, en la era Craig, aparezca recién en Skyfall. Esta versión, a cargo del joven actor inglés Ben Whishaw, cuenta con la ironía de Llewelyn, pero trae a la mesa cierta cuota de acidez correspondiente a la profundidad a nivel personaje por la que se distingue la etapa Craig.

La transición de Moneypenny mantuvo ese juego de leve seducción que tenía con Bond, pero tanto en la etapa Brosnan como la etapa Craig, el personaje no estaba tan baboseado con Bond, es más lo histeriqueaba como la mejor; con la sutileza de Samantha Bond (no es joda, así se llama la actriz) en la etapa Brosnan y un poquito más en concreto con Naomie Harris en la etapa Craig, al punto tal de contribuir al catalizador de la trama y ser una chica Bond más con todas las letras como no lo consiguió ninguna de sus predecesoras.

Pero la inclusión de estos personajes en Skyfall jamás me habría hecho pensar que un cambio de M estaba próximo, y fue este cambio el que me convenció que el círculo estaba próximo a cerrarse; que el objetivo se había cumplido; que el M de Dench era tan transicional como el Bond de Brosnan. Mucho de por qué esta transición sorprende y no resulta predecible es mucho mérito de Sam Mendes, su director y John Logan, su guionista (Purvis y Wade aportaron el esqueleto argumental, pero no se engañen; si el Bond de Daniel Craig es más profundo y realista eso es mérito casi exclusivo de los pulidos de Paul Haggis primero y John Logan después).

El personaje de Gareth Mallory, a cargo del genial Ralph Fiennes, parece ser otro burócrata sobrador que representa los intereses del gobierno de turno, y espera de Bond lo que Shrek espera de un eructo: Mejor afuera que adentro. Pero empiezan a surgir ciertos detalles, algunos por interpretación y otros por información que dejan en claro otra cosa. Aun así, con esto sobre la mesa, lo último que se te pasa por la cabeza es estar viendo a la nueva cabeza del MI6.

Por el sencillo hecho de que porque el verosímil se lo marca, Bond se pasa a los burócratas por donde el sol no brilla, ¿Por qué ponerlo? ¿Para dar al espectador la siempre bienvenida sensación de patear a los que imponen las reglas donde más les duele? ¿Por qué desperdiciar a tan buen actor como Ralph Fiennes en un personaje como este? Y cuando la vi sangrar a Judi Dench, ahí me cayó la ficha, habemus nuevo M.

Skyfall se convirtió con toda seguridad en la única película de James Bond en desarrollar un contenido temático. La antigüedad en oposición a la innovación. Lo viejo contra lo nuevo.

Muchas veces se usa la frase “Lo viejo debe hacer paso a lo nuevo”. Pero se olvida que lo viejo impuso los estándares y lo nuevo aunque insufle vientos de cambio debe velar que no se eche por tierra todo lo obtenido por lo viejo.

“La edad no es garantía de eficiencia.”

Dice Q,

“La juventud no es garantía de innovación”

Responde Bond.

Este intercambio es la tesitura que Skyfall intenta resolver entre piñas y tiros. Cuando la trama principal llega a su resolución, también lo hace la modernización de Bond. Tardaron 17 años, pero Wilson y Broccoli lo consiguieron: Salvar a Bond de la extinción, mantener su esencia y haber provisto del esquema necesario para perpetuar el personaje de modo tal que los años pasaran, las modas también, pero Bond siempre estará presente.

Con Craig, la adaptación fue particularmente dolorosa, pero llego incuestionablemente a buen puerto. En las últimas escenas de Skyfall caemos lentamente en esta noción. Entramos en las oficinas que tenía el MI6 durante las películas de Connery y Moore. La que conocíamos como Eve, da su nombre completo: Eve Moneypenny y cuando entra a la oficina de Mallory, Bond le llama M. Mallory, adoptando los modismos de Robert Brown, el M anterior a Judi Dench, le pregunta si está listo para su siguiente misión. Bond le contesta

“Con placer, M, con placer”.

Ese último plano, antes de los créditos, también dicen otra cosa: Misión Cumplida.

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3 Comments

3 Comments

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  2. Kike

    09/01/2014 at 17:14

    Muy buena nota, coincido en que Daniel Craig junto con Mendes lograron dar el gran salto hacia el futuro de Bond, que siempre fue un personaje arcaico. Por algo M (Judi Dench) hace largo rato que lo trata de dinosaurio. Va a seguir siendo un dinosaurio pero tiene el visto bueno para no extinguirse por un tiempo mas. Espero que haya tenido exito la negociación para que Mendes vuelva a dirigir en la próxima entrega.

  3. Pingback: El nuevo James Bond y el futuro de la saga del 007

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