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El origen de los clásicos

El origen de los clásicos

En esta nota vamos a determinar dónde reside el origen de los clásicos.

¿Cómo podemos saber si una película se volverá un clásico? Lo cierto es que, en el corto plazo, es imposible. Para ello tenemos que dejarla reposar, como un buen vino, para ver si supera el desafío más implacable de todos: el del tiempo.

Los clásicos: parte II

Hace un tiempo hablaba de La importancia de los clásicos. Este post viene a ser una suerte de continuación o complemento. Allí, si bien lo hice con admitida sencillez, intenté definir qué es un clásico en la ficción y dónde reside su importancia. Hablé de la ósmosis pop cultural como concepto, de Citizen Kane, de Drácula, de Shakespeare y de cómo todo es un remix de temáticas ya establecidas en la literatura de hace un siglo.

Sin embargo, en ese momento me referí a obras de ficción que ya son consideradas clásicos. Y obviamente no fueron vistas de esa forma en el principio. Irónicamente, el debate de cuándo un producto es un “clásico” tiene una respuesta constante: la obra ha resistido el desgaste proporcionado por las fuerzas del tiempo.

En el caso de las películas, las clásicas son aquellas que vemos hoy –muchos años después – y sus temáticas siguen siendo tan actuales como cuándo se estrenaron, continúan siendo visualmente desafiantes y técnicamente no dejan de sorprender a quienes las ven por primera vez. Para ejemplificar, consideremos el caso de una producción del año 1975.

El origen de los clásicos

Películas como Sueños de Libertad (1994), The Dark Knight (2008) y El Padrino (1972) históricamente ocupan los primeros puestos del TOP 100 de IMDb.com. Pero hay una que siempre se mantiene entre los primeros 20 puestos y tiene toda el porte de “clásico” encima: One Flew Over the Cuckoo’s Nest (1975), traducida en Argentina como Atrapado sin Salida.

Inspirada en la novela homónima de Ken Kesey, la película recibió un gran número de premios internacionales y se llevó –por segunda vez en la historia– los cinco principales premios de la Academia (lo que se conoce como The Big Five: mejor película, mejor director, mejor actor, mejor actriz y mejor guión adaptado). Para escribir la trama, Kesey se basó en su experiencia como voluntario en una serie de experimentos con drogas que realizó el gobierno americano a fines de los años ´50.

Tanto la novela original como la adaptación de Atrapado sin Salida se convirtieron en clásicos también porque dejaron una impacto profundo en el campo de la psiquiatría. La película no solo es considerada una de las mejores del mundo, sino que además sigue siendo ampliamente utilizada para estudiar el cuidado de enfermos mentales.

El significado histórico y cultural de la película fue importantísimo para cambiar el modo en el que se trataba a este grupo reducido de la población. Y los eventos que expone la película son tan ciertos hoy en día como lo fueron por esa época, quizás más todavía.

Las interacciones entre Jack Nicholson y una genial Louise Fletcher (ambos se llevaron el Oscar a mejores actores) representó un microcosmos de la guerra cultural que se vivía por la época de los ´70, y la visión del director sigue siendo igual de poderosa. Uno puede ver la película en el 2016 (de hecho, está disponible en Netflix) y sentirla muy contemporánea.

La historia de Atrapado sin Salida es tremenda porque funciona en dos niveles: el primero es el del protagonista (McMurphy) intentando mantener su individualidad dentro del loquero.

En este sentido, recuerda al personaje de Andy Dufresne en Sueños de Libertad. Ambos buscan que los “prisioneros” (enfermos mentales en una, criminales en otra) puedan contar, al menos, con un esbozo de la libertad que les fue vulnerada.

Por otro lado, la cinta es una crítica social hacia el abuso del electroshock y hacia una sociedad por demás conformista, desinteresada en estudiar cada caso individual, convencida de que sólo existía un tipo de locura, y que todos debían tratarse de la misma forma, en lugar de personas con diferentes patologías y problemáticas.

Atrapado sin Salida es un clásico por su atemporalidad, por interpelar lugares sensibles que, todavía hoy, están en tela de juicio: el tratamiento de los enfermos mentales, los hospitales como cárceles donde se pierde la individualidad, donde uno deja su libertad en la puerta, en el mundo externo. Las restricciones que operan en la película nos cuestionan sobre el verdadero propósito que debería tener un establecimiento de la salud: curarnos y devolvernos a la sociedad como mejores individuos.

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