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Historias Mínimas y las películas de carreteras

Historias Mínimas y las películas de carreteras

No resulta tan difícil de comprender el arrebatador encanto por el género de “road movie”. La carretera, el vasto espacio para la reflexión, el descubrimiento personal, el destino. En esta nota repasamos la cinta argentina Historias Mínimas y las películas de carreteras, aquellas donde el argumento se desarrolla a lo largo de un viaje.

Un poco de historia

Desde Easy Rider (1969) hasta Mad Max: Fury Road (2015), pasando por un sinfín de títulos que incluyen a Thelma y Louise, Little Miss Sunshine, The Fundamentals of Caring (de Netflix), Hacia rutas salvajes y –una de mis favoritas– Camino a la perdición, la películas de carreteras han sido históricamente norteamericanas, mostrando el tipo de vida americano y la idiosincrasia del país.

El género se remonta a la tradición literaria del “viaje de iniciación”. Ya en el siglo VIII a.C, Homero escribía sobre Odiseo, su peripecia por los furiosos mares, esquivando los obstáculos de Poseidón y de diferentes criaturas mitológicas, sólo para llegar hasta su amada Penélope. Más recientemente, y particularmente en Estados Unidos, el género comenzó a cultivarse en la literatura con la ayuda del escritor de la Generación Beat, Jack Kerouac. Gran parte de sus novelas más celebradas (On the Road y Big Sur, especialmente) son historias de carretera.

Este tipo de historias fusionan un viaje literal con uno simbólico. La creación de los autos fue un propulsor fundamental y además se convirtió en un signo de la identidad adulta. Muchas de las películas sobre viajes son, en esencia, una búsqueda de la identidad, irse para poder encontrarse a sí mismo.

Historias Mínimas y las películas de carreteras

Argentina parece ser uno de los países más ideales para la concepción de películas de carreteras. La vasta Patagonia presenta el paisaje idóneo, su inmensidad permite realizar viajes prolongados y además tiene todo tipo de climas, flora y fauna a lo largo y ancho de su extensión.

Diarios de motocicleta, Familia rodante y Caballos salvajes son tres de las historias del género más aclamadas y de las que podemos sentirnos orgullosos. Hay una más, sin embargo, que es también muy querida por la crítica: Historias Mínimas, de Carlos Sorín.

La película –disponible en Netflix para quienes quieran revivirla– es un pequeño drama con toques de comedia filmada enteramente en la provincia de Santa Cruz. Varios personajes se entrecruzan en las carreteras de la Patagonia Argentina. Don Justo (Antonio Benedicti) es un anciano en busca de su perro (Malacara). Roberto (Javier Lombardo) lleva una torta de cumpleaños con forma de pelota de fútbol para el hijo de una clienta. María Flores (Javiera Bravo), una mujer humilde, acaba de ser invitada a participar de un programa de televisión.

Cuenta con una cinematografía impecable que expone la enorme soledad (de nuevo, literal y simbólica) que presenta la Patagonia. Comparable quizás con The Straight Story de David Lynch, Historias Mínimas ilustra la extraña belleza del sur argentino. Lo curioso es que la mayoría de los actores de la película no son profesionales, lo cual le brinda un encanto y realismo especial a la historia.

Todo en los detalles

La película se concentra en asuntos mundanos, las pequeñas cosas de la vida: participar de un curso, llevar un regalo, encontrar a un perro. Frente al  imponente horizonte patagónico donde se ambienta la trama, estas cuestiones parecen más insignificantes todavía, pero lo son todo para los protagonistas.

De hecho, la temática de Historias Mínimas es poner en evidencia los contrastes, algo con lo que el mismo título juega con sutileza. A pesar de lo pequeñas, son historias terriblemente humanas. La aparente simpleza toca las fibras más íntimas de nuestra existencia.

Una soberbia fotografía (quizás su aspecto técnico más acertado)  apoyada en los recluidos parajes patagónicos completa la atmósfera ideal de esta memorable película de carreteras. Si bien no deja de ser una película menor, se alzó con una buena cantidad de premios (entre ellos, el Premio Goya 2004 a Mejor Película Extranjera de Habla Hispana) y tiene críticas muy positivas por parte de la crítica.

Bajo la mirada de Sorín, Historias Mínimas intensifica todo aquello que narra, conectando lo cotidiano y los elementos más pequeños con preguntas indispensables que todos nos hacemos. Muchas veces, lo verdaderamente importante se encuentra en los pequeños detalles.

¿Qué otras películas de carreteras conocen y recomiendan? Dejen sus comentarios: por más mínimos que sean, serán cálidamente apreciados.

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