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Las innovaciones tecnológicas de James Cameron: el ingeniero cineasta

Diez años después del estreno de Avatar van tomando forma real las secuelas prometidas. Es momento de analizar el alcance de las innovaciones tecnológicas de James Cameron, un visionario cineasta que además de dejar varias de las películas más exitosas de las últimas décadas, dedicó gran parte de su carrera a explorar nuevas tecnologías y ponerlas al servicio de la narración audiovisual.

Cuatro o nada

Las anunciadas secuelas de Avatar, a la fecha el último éxito de James Cameron como director, han sido postergadas. Y esto no es una novedad, porque ya sucedió varias veces antes; si hasta quizás ni siquiera sea la última vez antes del estreno… en caso que finalmente ocurran las cuatro películas que pretenden ser secuela de algo que fue un gran éxito pero que ya a casi nadie le importa.

Los motivos han sido varios, pero el más importante es lo ambicioso de un proyecto que no solo implica escribir cuatro películas en simultáneo para que sean coherentes entre ellas, sino también porque -como viene haciendo el realizador desde hace tiempo- pretende utilizar una tecnología que está lejos de ser funcional: la proyección autoestereoscópica.

Este sistema consiste en producir imágenes que simulan las tres dimensiones sin la necesidad de utilizar anteojos especiales. Hasta ahora solo fue comercializado en televisores, además de algunas pruebas experimentales en salas de cincuenta personas. Por el momento son inviables de reproducir en la escala que hace falta para que sea económicamente sustentable.

El ingeniero cineasta

Las innovaciones tecnológicas de James Cameron

No sería la primera vez que James Cameron impulsa la implementación, o incluso el desarrollo, de alguna tecnología novedosa para utilizarla en sus películas. Para 1991 no solo ya existían films con efectos especiales generados por computadora: el mismo James Cameron había incluido un personaje totalmente digital en The Abyss. Experimentar en primera mano con este proceso lo animó a crear un personaje principal donde pudiera aprovechar las posibilidades que le brindaba la tecnología.

Así dio origen al famoso T-1000, quien sería el antagonista de una película que además de ser uno de los grandes clásicos de la ciencia ficción, le dio un gran impulso de popularidad a una técnica que hoy está presente prácticamente en cualquier producción grande de Hollywood, pero que aún muchos realizadores eran reacios a adoptar.

Fue la empresa Industrial Light & Magic, creada por George Lucas, la que para cumplir con su pedido desarrolló especialmente la técnica que les permitió superponer el personaje digital sobre un actor. Lograr esto era fundamental para construir de forma creíble todas las escenas donde el villano alterna su forma sólida con la fluida, pero también cuando su propio cuerpo y rostro se deformaban, para lo que debieron escanear su cabeza y construir una versión digital que pudiera ser luego manipulada digitalmente. Tecnologías que desde entonces se refinaron, tanto que permiten capturar hasta mínimos movimientos faciales de intérpretes que son luego reemplazados por cuerpos digitales completamente verosímiles.

Lo siguiente en la lista de innovaciones tecnológicas de James Cameron vino del lado de la exploración submarina, un campo al que se viene dedicando desde la producción de Titanic. Para la película registró los restos del barco con una calidad y detalle que no se habían visto en pantalla grande, pero su mayor aporte llegó en los años posteriores mientras participó activamente en el desarrollo de submarinos y cámaras que permitieron explorar el fondo del océano como no se había podido hacer hasta entonces.

Durante ese tiempo dirigió y produjo varios documentales relacionados, e incluso en 2012 batió el récord de inmersión en solitario al alcanzar los 10.915 metros de profundidad, donde permaneció horas recolectando material en un minisubmarino diseñado especialmente para la expedición.

innovaciones james cameron submarino titanic

Las innovaciones tecnológicas de James Cameron: con y sin anteojitos

No fueron las nuevas especies de peces descubiertas en las profundidades lo que interesó al público, pero nadie pudo destronar a Titanic de la cima más que el propio James Cameron. El innovador, una vez más, sacudió la industria estrenando Avatar, película para la que construyó digitalmente un mundo entero con un nivel de detalle y originalidad nunca antes visto. De hecho, tampoco hay muchos ejemplos posteriores igual de ambiciosos.

El nivel de realismo y creatividad que se vio en la pantalla superó las expectativas, dejando establecido un nuevo piso de calidad demasiado alto para todas las producciones que vinieron después. Si hasta el director Luc Besson reconoció que luego de ver Avatar su visión de lo que podía hacerse con la tecnología CGI cambió de forma drástica, llevándolo a reescribir por completo el guión de Valerian y la Ciudad de los Mil Planetas para aprovecharla.

Pero además de los extraños paisajes de Pandora, otro punto que impactó mucho fue el nivel de realismo y expresividad de los personajes digitales. Para lograr capturar hasta las mínimas expresiones faciales de los intérpretes, el equipo de efectos visuales utilizó montones de sensores de movimiento combinados con micro cámaras apuntadas directamente a sus rostros. Sería falso decir que esta técnica no existía antes, pero James Cameron empujó los límites de lo que hasta entonces se creía posible hacer con ella.

Su nivel de exigencia fue tan alto que Sony diseñó a pedido una cámara que pudiera alcanzar los estándares de definición pretendidos por el director: debieron recurrir a Microsoft para que diseñe la tecnología capaz de registrar, guardar, y catalogar de forma segura toda esa montaña monstruosa de información que luego utilizaría el equipo de efectos visuales para componer cada detalle de Pandora. Incluso con esta tecnología, que el equipo bautizó “Gaia”, a la granja de 40.000 procesadores que utilizaron le llevaba horas producir cada frame de la película. Y hay 24 de esos en cada segundo de video.

la tecnología en avatar james cameron

¿Qué va a pasar con las secuelas?

Todo esto lleva a dos grandes preguntas.

La primera se refiere a la demora que hubo entre ambas películas, al punto que después de varias postergaciones ya casi nadie las tenía en cuenta como una posibilidad real. Y mucho menos que hubiera cuatro. La respuesta oficial es que una vez más debieron esperar a que la tecnología disponible hiciera posible materializar la visión del director, porque conectando con su otra gran pasión, la mayor parte de las próximas dos secuelas tendrán lugar debajo de los océanos de Pandora.

Según sus propias palabras, si ya de por sí hay una dificultad para grabar debajo del agua, todo se vuelve aún peor para la captura de movimientos porque se producen infinidad de reflejos que desconciertan a los sensores y los llenan de información falsa. Por ello debieron perfeccionar la técnica para filtrar esos falsos datos y capturar solamente los verdaderos, algo que hasta entonces no existía forma de hacer porque nunca se había planteado como una necesidad.

La segunda pregunta es mucho más subjetiva y difícil de llegar a una respuesta concreta: por más que las demoras parecen prometer que estaremos frente a algo tecnológicamente revolucionario, ¿alguien espera con ansiedad cuatro secuelas de Avatar?

Es cierto que fue un éxito rotundo en su estreno y que no vio peligrar el primer lugar del podio en la taquilla mundial hasta el reciente estreno de Avengers: Endgame, pero también hay que reconocer que desde entonces no es recordada como uno de los grandes clásicos, ni siquiera dentro de la propia filmografía de Cameron, donde ocupa un lugar al fondo de la tabla de las preferidas por debajo de Terminator, Aliens o Titanic.

Una de las hipótesis al respecto es que justamente lo que la hizo un éxito es lo mismo que le jugó en contra con los años: el gran punto que destacó a Avatar no fue narrativo sino tecnológico. No es una opinión que vino con el pasar del tiempo, sino que es algo que ya se le criticó en su momento, porque una vez que pasó la fascinación visual no había contenido debajo para seguir apreciando.

Hoy no hay motivos para volver a verla fuera de una pantalla gigante y en 3D, una tecnología que a pesar de los intentos nunca tuvo éxito en formato hogareño.

James Cameron pasó años diseñando Avatar para convertirse en un espectáculo que marque un hito en la historia y lo logró, pero pasado el estreno ya no hubo forma de verla en las condiciones para las que fue diseñada: fue allí cuando comenzamos a fijarnos en que además de presentar una historia genérica y repetida, los personajes protagónicos de John Smith y Matoaka son tan poco memorables que acabo de cambiarles los nombres y probablemente nadie se dio cuenta.

¿Qué podemos esperar?

fecha avatar 2

Nuevamente estamos hablando de James Cameron “el innovador” antes que del director de cine, y eso no ayuda a generar expectativas. Su carrera no me deja discutir el talento que tiene como narrador, y no hay muchos directores que puedan decir que casi todas sus películas son consideradas importantes para la historia reciente del cine, como es su caso. Los números también lo acompañan y viene ocupando el primer puesto en la taquilla desde 1997 hasta la fecha, sumando el segundo puesto en 2009 (este año lo abandonó frente a una película con un costo declarado un 50% mayor que el de Avatar y que viene a cerrar una franquicia de 22 films).

Eso lleva a otro de sus méritos, porque dentro de las treinta primeras películas en esa lista solo tres de ellas son una historia original y dos pertenecen a James Cameron, mientras que todas las demás son secuelas de una franquicia, basadas en cómics o libros. O más de una en simultáneo.

Pero, si ya desde ahora, de lo que se habla es de la tecnología que va a aplicar al realizarlas y de las condiciones de laboratorio en que pretende que sean exhibidas, es entendible que resurjan los temores de que estaremos una vez más ante un producto tecnológicamente rupturista que vuelva a revolucionar la forma de hacer grandes producciones de ciencia ficción… pero carente de alma. Y sin eso, una vez que se apague la pirotecnia, estará destinada a ser guardada otra vez en un cajón.

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