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Saga de Robert Langdon: Trilogías olvidables

Saga de Robert Langdon: Trilogías olvidables

¿Se acuerdan cuando Ron Howard intentó popularizar las aventuras de un experto en simbología interpretado por Tom Hanks? Tranquilos, nosotros tampoco… aunque en Alta Peli vemos todas las películas, incluso las malas. Especialmente las malas. Hoy nos toca analizar la saga de Robert Langdon. ¿Es esta trilogía, basada en las novelas de Dan Brown, un placer culposo?

 la saga de Robert Langdon


La saga de Robert Langdon

Las adaptaciones de las novelas de Dan Brown fueron tan pobres que el público ni se molestó en decidir cuál debía ser el nombre de la franquicia. ¿Las aventuras de Robert Langdon? ¿La trilogía Da Vinci? ¿La saga de Tom Hanks con un mal peluquín?

La tercera parte, Inferno (REVIEW ACA), es tan desconectada y soporífera que terminó cayendo en muchas listas de las peores películas del 2016. Aun así voy a decir que tiene, por lo menos, un poco más de urgencia que Ángeles y Demonios (2009), aunque sea prácticamente un reciclaje de ésta.

Pero no quiero adelantarme. Vamos a… descifrar el misterio de a poco.

Dan Brown y los libros de conspiraciones

Pasó mucho tiempo y puede que sea fácil olvidar lo importante que fue realmente El código Da Vinci. Un éxito de taquilla prácticamente garantizado, protagonizado por Tom Hanks, que se basada en el libro más vendido de Dan Brown.

Confieso que leí la novela en su momento y me resultó muy divertida. Es una obra de escapismo llena de acción e intriga y de lectura muy amena. Especialmente era entretenido leerla por mi condición de ateo y porque disfrutó de los delirios que traen las teorías conspiranoicas.

A principios de los 2000, Dan Brown generó un nuevo boom de los “libros de conspiraciones”. Convengamos que no inventó el género, que ya estaba muy presente en autores como Umberto Eco (El nombre de la Rosa), Jorge Luis Borges y Arturo Perez-Reverte (La Tabla de Flandes, El Club Dumas). Todos ellos ya trabajaban esta idea de grandes misterios ocultos, en forma de enigmas, dentro de importantes obras artísticas.

El código Da Vinci fue una novela muy controvertida que llegó a debatirse con bastante seriedad. Combinaba el género de suspenso detectivesco con un poco de esoterismo y una teoría pagana relacionada con el cristianismo.

Yo después leí El Simbolo Perdido (2008), porque soy un tipo que no aprende de sus errores. La historia, que continúa las aventuras de Langdon pero en Washington, no fue adaptada al cine… y probablemente nunca la haga.

Brown supo explotar un nicho de mercado. El problema fue que no logró adaptarse y cambiar. Todas sus novelas son “más de lo mismo” y eso ha generado que Internet cree cosas como “El generador de novelas de Dan Brown”, que te arma una trama danbrowniana increíble con un simple click.

El código Da Vinci (2006)

Volvamos a la adaptación cinematográfica. El Código Da Vinci hizo mucho dinero (758$ millones en todo el mundo, lo que la convierte en el mayor éxito de Howard) y eso aseguró una continuación.

Tom Hanks como un protagonista identificable y empático era, definitivamente, el gancho comercial. Lo acompañaba una Audrey Tatou como su leal acompañante. Y, de hecho, la película tenía un elencazo: Ian McKellen, Alfred Molina, Jean Reno, Paul Bettany, etc.

Quizás el error crítico que cometió el director fue considerar al texto original como algo sagrado, en lugar de la literatura de escapismo que es. La película crea una epopeya ultra seria que nunca se detiene a considerar su total ridiculez, como sí lo hacen las entretenidas películas de National Treasure.

Esas películas con Nicolas Cage, al igual que la trilogía original de Indiana Jones, entendieron que una búsqueda del tesoro tiene que ser divertida. Solo porque se base en cuestiones históricas no significa que los personajes no puedan tirar un chiste ocasionalmente.

De hecho, es probable que Dan Brown sea un fanático de Indy Jones, pero odiaba que Harrison Ford tuviera tanta personalidad. Por eso, en sus novelas prefirió que Langdon fuera un tipo serio, catedrático… pero ojo, siempre escoltado por una bella compañera a quien puede explicarle todo.

Ángeles y demonios (2009)

En la continuación, la saga de Robert Langdon se traslada de Francia a Italia para investigar a los Illuminati, una antigua secta satánica en busca del arma más mortífera de la humanidad: la antimateria. Al igual que su predecesora, Ángeles y demonios (cuya novela es anterior al Código Da Vinci, no posterior) es lo suficientemente entretenida si uno es muy benévolo y le perdona sus pecados.

Yo la fui a ver al cine y la encontré más estúpidamente disfrutable que la primera parte. Si hay algo que podemos reconocerle a Ron Howard es que le gusta filmar en locaciones. Y no es poca cosa haber podido ingresar cámaras y todo un equipo de trabajo a lugares tan privados como la Capilla Sixtina.

Vale la aclaración: las calles de Roma y Ciudad del Vaticano son reales, pero no así todos los sets utilizados. Muchos eran una combinación de estructuras recreadas a escala y pantallas verdes con fondos que se agregarían digitalmente más tarde. Esta técnica se usó para escenas donde el elenco no pudo filmar debido al volumen de turistas o porque la Iglesia les negó el permiso.

Si me apuran, creo que es la mejor de la trilogía. Ángeles y demonios está hecha con el mismo material que la película anterior, pero es más ágil y frenética. Tiene un mayor sentido de urgencia. Para ver un tarde de domingo, funciona de diez.

Inferno (2016)

La saga llegó a su fin no con una explosión… sino con un suspiro. La tercera entrada en la saga de Robert Langdon es un refrito de la película anterior que ni siquiera se gastó en moverse de país, aunque el equipo de producción sí se movió un poquito más al norte, a Florencia, Italia.

Así y todo, debe haber una mejor manera de conocer Florencia que viendo a un avejentado Tom Hanks correr y resolver acertijos por toda la ciudad en compañía de Felicity Jones. La película, por cierto, actualmente está disponible en Netflix.

Los que leyeron el material original han identificado que es una adaptación muy libre que cambia radicalmente la esencia del argumento. En la película nos encontramos nuevamente al experto en simbología que, esta vuelta, despierta en Florencia con pérdida de memoria y una serie de pistas conectadas con el mismísimo Dante Alighieri.

En Inferno todo es demasiado vago e incoherente. Langdon pasa por las mismas situaciones tediosas de las producciones anteriores y, esta vez, el razonamiento tiene todavía menos sentido.

Al menos en el Código Da Vinci se puede argumentar que las pistas existen porque aquellos que las dejaron atrás querían encontrar la respuesta. La búsqueda del tesoro en Inferno, creado por el filántropo extremista que interpreta Ben Foster, no tiene de dónde agarrarse.

Puede ser prolija desde lo técnico, pero la tercera de la trilogía es la menos interesante de todas. Sabemos que Howard está para mucho más que estas adaptaciones basadas en las excentricidades de Dan Brown. Lamentablemente, su contrato con Columbia Pictures lo obligó a dirigir las tres películas y, evidentemente, le quedaron muy pocas ganas para esta última.

Conclusión

La saga de Robert Langdon se deja ver si uno es capaz de desenchufar el cerebro. No son películas particularmente ingeniosas aunque superficialmente lo parezcan. Les puedo aceptar que valen como placeres culposos y entrenamiento pasajero. Si es por eso, al menos las dos primeras tienen mi aceptación. Pero elijo toda la vida a Indiana Jones, gran inspiración de este tipo de historias y, lo repito, las dos National Treasure con Nicolas Cage, que son súper llevaderas.

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