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La Trilogía del Soñador de Terry Gilliam

La Trilogía del Soñador de Terry Gilliam

Allá por los años ochenta, tres novatas producciones se convirtieron en grandes clásicos de culto conectados temáticamente. Hablamos de La Trilogía del Soñador de Terry Gilliam, la cual nos expone ante protagonistas atrapados en un mundo burocrático y materialista, donde los sueños parecen ser el único escape posible.


La Trilogía del Soñador de Terry Gilliam.

Gilliam tuvo sus comienzos como parte del grupo humorístico Monty Python y siempre fue un incomprendido visionario. Hoy, el director de 79 años es uno de los pocos genuinamente originales que nos quedan, aunque su filmografía esté lejos de ser perfecta.

A veces hizo bodrios infumables del estilo The Zero Theorem (2013) y Los Hermanos Grimm (2005). En otras oportunidades concibió joyas modernas como Miedo y Asco en Las Vegas (1998, con los mejores Johnny Depp y Benicio del Toro) y la excelente Doce Monos (1995, con los mejores Brad Pitt y Bruce Willis). En cualquiera de los dos casos, siempre ofrece imágenes tentadoramente retorcidas mezcladas con surrealismo humorístico.

Su ópera prima fue Jabberwocky (1977), una fantasía medieval apenas inspirada en el poema sin sentido de Lewis Carroll, que el escritor incluyó en su obra Alicia a través del espejo (1871). Michael Palin (otro miembro de los Monty Python) interpreta a un campesino medieval con la tarea de matar al monstruo que arrasa todos los pueblos por donde pasa.

Durante los próximos años llegaría esta trilogía formada por Time Bandits (1981), Brasil (1985) y The Adventures of Baron Munchausen (1988). El hilo conductor –temático, no argumental– es el choque de la fantasía y la realidad en personajes atrapados en mundos materialistas y burocráticos. Lugares donde los sueños parecen ser la única escapatoria.

Los sueños como historias

La obra de Gilliam siempre se mantiene en una línea difusa entre sueños y realidad, creando mundos fantásticos que son hermosos y aterradores por partes iguales. Gustav Jung, uno de los pioneros de la psicología moderna, exponía que los sueños son un portal hacia el inconsciente. Al traer nuestros conflictos a un nivel de consciencia, presentan la oportunidad de encontrar algún tipo de armonía interna.

Esta resolución se llama “individuación” en la filosofía de Jung. En los trabajos de Terry Gilliam podemos encontrar este concepto repitiéndose una y otra vez en los arcos argumentales de sus personajes, a medida que intentan reconciliar los deseos y miedos inconscientes con sus mentes despiertas.

La primera obra de la Trilogía del Soñador, Time Bandits, representa a la vida desde los ojos de un niño (el joven llamado Kevin). Brasil expone los típicos problemas de la edad adulta a partir de las experiencias de Sam Lowry. Por último, The Adventures of Baron Munchausen (la menos sólida de las tres) representa la vejez. Pero vamos por parte.

Time Bandits (1981)

Kevin es un niño con gran imaginación, cuyo interés por la Historia no es compartido por sus padres superficiales. Una noche es visitado por una pandilla de enanos que viajan en el tiempo huyendo del “Ser Supremo”. Antes de que el niño pueda protestar, es obligado a acompañarlos en sus aventuras a través del tiempo.

Time Bandits es fantasía ochentosa hecha y derecha. Se vuelve especialmente memorable gracias a un notable diseño de producción, un humor muy inglés y la excelente selección de cameos que incluyen a John Cleese como Robin Hood, Ian Holm en el rol de Napoleón, y Sean Connery personificando al Rey Agamemnon.

Con personajes extravagantes, agradables escenarios históricos, comedia picaresca en abundancia y una bizarrísima batalla del Bien contra el Mal que incluye un tanque de guerra, la película es una aventura de viajes en el tiempo entrañable, humorística y dramática… hasta llegar a la escena final que se torna demasiado abrupta e incomprensible.

Brazil (1985)

Todavía sigue siendo la más completa, influyente y más perfectamente ejecutada de la Trilogía del Soñador de Terry Gilliam, incluso de toda la filmografía de Gilliam. Muy pocos ponen en duda que Brasil es directamente el magnum opus del realizador. Una fantasía distópica de desesperación sincera y belleza peculiar, siempre socavada por ese humor tan pícaro de los Python.

Basándose en gran medida en 1984 de George Orwell (aunque el director admitió no haber leído el libro en aquel momento), la película plantea un reclamo serio para convertirse en el ejemplo más definitivo y horrible de la intromisión burocrática en toda la historia del cine.

Es especialmente memorable por su entorno imaginativo y deprimente, que involucra un futuro excéntrico basado en un régimen totalitarista donde puede ocurrir cualquier cosa. En este marco, el personaje de Jonathan Pryce (clásico colaborador de Gilliam) es un tranquilo burócrata encargado de devolver un talón a la familia de una víctima, el tranquilo padre de familia Harry Buttle.

Resulta que una mosca cayó dentro de una computadora y cambió el apellido del guerrillero Harry Tuttle (Robert de Niro) por Buttle, por lo que el inocente es detenido y asesinado por el aparato represor del Estado. A partir de acá comienzan a suceder cosas cada vez más lisérgicas.

Es una historia oscura y orwelliana de advertencia sobre los peligros de la complacencia y la sumisión incuestionable a la autoridad. En comparación, el trabajo de Gilliam con los Monty Python se siente como pequeñas travesuras. Brasil es su gran manifiesto para el mundo. Una película tan delirante como imaginativa y un vuelo de fantasía que ofrece un golpe real.

Las aventuras del Baron Munchausen (1988)

Por último en la Trilogía del Soñador de Terry Gilliam, tenemos a la película que representa a la tercera edad. Las aventuras del Barón Munchausen es un himno a la fantasía y lo irracional, y a cómo las historias son más importantes que “lo que realmente sucedió”.

Estamos en la Era de la Razón y hay una guerra en curso. En algún lugar, un país tipo Austria está en plena batalla con los Turcos. Mientras tanto, una compañía teatral representa la vida del famoso Barón Munchausen. La obra es interrumpida por el verdadero Barón, un anciano que describe lo que realmente causó esta guerra: es todo su culpa, ya que los turcos lo persiguen a él.

El Barón ha llegado a la ciudad para morir, pero Sally Salt (una Sarah Polley en versión niña) lo convence de salvar a la ciudad del ataque. Así comienza una aventura que los lleva a recorrer la Luna y a diversos dioses de la mitología para volver a reunir al equipo del Barón.

Es una locura desquiciada y una superproducción a la que le fue muy mal comercialmente. A lo largo de toda su duración, el espectador nunca está seguro de si lo que está sucediendo realmente está sucediendo, y si eso importa o no.

A mi parecer, esta es la que menos se sostiene de las tres, aunque fue un éxito entre la crítica del momento y hasta obtuvo una nominación al Premio de la Academia por Efectos Visuales. Lamentablemente, tuvo la mala suerte de ser nominado el mismo año que The Abyss de James Cameron.

Por lo menos, vale la pena para ver los cameos de un loco Robin Williams y la hermosa Uma Thurman.

Palabras finales

Terry Gilliam ha sido frecuente comparado con Tim Burton. Ambos tienen estilos visuales muy fuertes que dictan un tono único, pero en realidad son cineastas muy diferentes. Gilliam es un talentoso tejedor de sueños y su Trilogía del Soñador es el mejor ejemplo.

Su cine es fascinante porque no pide disculpas. El director celebra lo mejor y lo peor de la imaginación salvaje. Hay muchos que todavía esperan la verdadera adaptación de Alicia, que debió llevar adelante él y no Burton. Si hay algo que deja este creativo trío de películas, es que un soñador conquista todo a través del poder de la fantasía.

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