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Los Intocables: la fuerza de los justos 

Los Intocables: la fuerza de los justos 

Los Intocables es una película que me toca muy de cerca. Muchas películas tienen una interpretación cuando las ves y con el pasar de los años les encontrás muchas otros detalles que, por edad y madurez, no veías pasar. No es así con este clásico, si me permiten la expresión. La vi por primera vez a los 9 años y desde entonces se encuentra entre mis películas favoritas. Una de las razones para otorgarle ese honor es que, ahora siendo adulto, esa interpretación y esa adrenalina se mantienen como el primer día.

Los Intocables: La Fuerza de los Justos

Esta dramatización de la batalla entre Elliot Ness y Al Capone durante la Ley Seca es fruto de la imaginación de dos grandes cultores de la imagen: fue escrita por David Mamet (Glengarry Glen Ross, The Verdict, House of Games) y dirigida por Brian De Palma (Carrie, Dressed to Kill, Body Double). Cuando uso el término “cultores de la imagen” no lo hago gratuitamente (se preguntarán ¿No son todos los cineastas, en teoría, cultores de la imagen?). Aquí tenemos a dos hombres que se devanan el cerebro para delegar la mayor cantidad posible de responsabilidad narrativa a las imágenes y no tanto al diálogo, a pesar de que los mismos son una de las virtudes de la peli. Ejemplo de lo antes mencionado es una declaración que hizo una vez De Palma acerca de que la mejor escuela de cine que puede haber es la de enseñarle a los aspirantes a cineastas a narrar de una manera que no necesite el diálogo. Si pasamos a lo que opina Mamet sobre el tema, el caballero directamente escribió un libro llamado On Directing Film que ahonda y bastante sobre estas cuestiones.

Los Intocables es un ejemplo paradigmático del uso cinematográfico del llamado Viaje del Héroe, de Joseph Campbell, que influenció, entre otros guionistas, a George Lucas a la hora de escribir su legendaria trilogía de Star Wars:

Un héroe (Elliot Ness) es llamado a la aventura (detener a Capone). Si bien en un principio rehúsa el desafío (no está dispuesto a romper la ley para hacerlo), un mentor (Jimmy Malone) lo guía (escena de la iglesia) para que termine aceptando la llamada (la redada en la oficina de correos). Conoce aliados (el contador Wallace y el cadete de policía George Stone) y supera sus pruebas (el tiroteo en la frontera con Canadá), pero un revés emocional le hará dudar de su compromiso (la muerte de Wallace y del secuaz de Capone que pudo ponerlo en prisión) que se reafirmará solamente con la muerte de su mentor (Frank Nitti asesina a Malone). Tras lo aprendido, recupera el elixir (tiroteo de la Estación de Trenes y captura del Contador de Capone) y lo trae de regreso (el juicio de Capone), pero el camino de regreso estará plagado de peligros (Ness persiguiendo a Nitti por la azotea del juzgado) que se sortearán solamente con la maduración del héroe (Ness arroja a Nitti de la azotea cuando llama “cerdo irlandés” a Malone), que le llevará a cumplir su objetivo (consigue que se cambien al jurado sobornado por otro diferente y logra el aprisionamiento de Capone)

Pero donde me quiero detener es en la temática de la película, la cual está resumida en la pregunta que Jimmy Malone (Sean Connery, Oscar Mejor Actor de Reparto por este papel) le hace a Elliot Ness (Kevin Costner): “¿Qué estás dispuesto a hacer?”. Ness responde con “Todo lo que este dentro del marco de la ley”, y Malone replica “¿Y luego qué está dispuesto a hacer?”. Al Capone (Robert De Niro) es el gran némesis de la película, y para él la ley no significa nada, la ley escrita claro está. ¿Cómo se combate a un hombre al que la palabra de la ley no le significa nada? Sobre todo cuando hablamos de un hombre que compra policías, compra periodistas, compra jueces, compra políticos y concejales a su gusto y piacere. ¿Cómo es posible hacer justicia con semejante adversario?

Perder la inocencia seria la respuesta. Los Intocables es una historia de maduración. Acerca de un hombre que va de tener un concepto puritano y hasta idealista de lo que es la justicia, y que al percatarse que esa justicia en la que cree no le sirve para nada, y lo que es peor está comprada por su adversario, se ve aceptado a jugar su juego y usar sus armas. El saldo final no lo contenta pero prefiere eso a que Capone esté libre.

Otra de las cosas más admirables que tiene la película son las particularidades de cada uno de los personajes. Por particularidades, quiero decir enormes diferencias. Si uno no conociera su historia y lo que los mueve, no estaríamos viendo a 4 paladines de la justicia, sino a un jovencito asustado, un policía al borde del retiro, un contador que no sale de la oficina y un cadete recién egresado de la academia de policía. Gente que no son un potencial peligro, menos que menos para Capone, que respira tranquilo sabiendo que él podrá romper la ley, pero ellos son tan “justos” que no la romperán para atraparlo. Lo que ignora es que estos hombres ahora siguen su mismo juego, y eso lo enoja porque ahora tiene que ser dos veces más cuidadoso, ya que ahora hay otra justicia en juego, y esta no está escrita en un trozo de papel, sino por gente que en buena parte es igual que él, de un “barrio duro” –como él lo establece al principio de la película–, y sabe que si dicha justicia se ejerce, no se salva.

Es una película que destaco porque tiene una fotografía notable y una noción de puesta en escena que es una escuela de cine en sí misma. De Palma no pasa de los 5 planos por escena, y solo duplica ese número para las escenas de acción. Es una lección de montaje que enseña cómo mantener la tensión (el seguimiento hecho a Malone desde el punto de vista de uno de los secuaces de Capone sin hacer un solo corte), pero al mismo tiempo de saber cuándo mantener la sencillez (la escena de la Iglesia donde Ness hace su “juramento de sangre” a Jimmy Malone se hizo solo en dos planos).

Pero lo más maravilloso de todo es la partitura de Ennio Morricone (La trilogía de los Dólares de Sergio Leone). El oírla evoca el inevitable tono heroíco que tiene la película, que en lo personal me pone la carne de gallina y me recuerda que cualquiera, cada uno a su manera, también puede ser un héroe, solo con hacer lo correcto.

Les adjunto uno de los temas para que vean a lo que me refiero:

Existen esas películas, esos personajes, esas historias que te hacen decir “A esto quiero dedicar mi vida”. Películas que ves una y otra vez, sintiendo que tenés 9 años de nuevo. Eso me pasa con Los Intocables. Recuerdo que cuando yo cursaba el primer año de la escuela de Cine, en todos los exámenes que me pedían que ejemplifique con películas las distintas técnicas cinematográficas aprendidas en clase, mis ejemplos eran casi todos sobre escenas de Los Intocables. Es que cuando una película forma parte de tu historia te resulta inevitable hacerle un homenaje.

Este artículo fue publicado originalmente en el blog “El Placer del Cineasta”, actualmente fuera de línea, y republicado para este medio con la autorización de su editor, Paco Castillo.

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2 Comments

2 Comments

  1. Leandro

    10/06/2020 at 10:09

    No tenía 9 años, tenía 15, pero coincido en todo, una película soberbia!

  2. Pingback: Una Historia de la Prohibición | AltaPeli

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