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Oscar a la Mejor Película Popular: Un argumento en contra

Oscar a la Mejor Película Popular: Un argumento en contra

TiburónStar WarsE.T. ¿Qué tienen estas películas en común aparte de ser grandes blockbusters de la historia del cine? Que las tres fueron nominadas al Oscar a la Mejor Película en los respectivos años de su estreno.

Vayan, búsquenlas en IMDB, fíjense en la ficha de Premios y van a ver que no les miento.

Acá los espero.

¿Vieron? Parece increíble, ¿no? Y sin embargo es completamente real.

En 1976, la historia de un tiburón comehombres estaba a la misma altura que la historia de un paciente psiquiátrico y su enfermera castradora.

En 1978, la historia de un granjero espacial en una galaxia muy, muy lejana estaba a la misma altura que la mundana historia de un comediante neurótico que no puede superar la ruptura de su relación amorosa.

En 1983, la historia de un nene que se hace amigo de un extraterrestre estaba a la misma altura de la biopic sobre uno de los más grandes pacifistas de la historia.

Tres películas de entretenimiento puro, todas taquilleras, y ahí las tenés, jugando en la misma liga que los considerados dramas serios por uno de los premios más deseados (y cuestionados) de la industria del cine a nivel mundial.

¿Por qué traigo esto a colación? ¿Por qué desempolvo esta historia? Porque una mañana me desayuné con una nueva serie de reglas que dio a conocer la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood sobre los Premios Oscar a futuro.

Una regla es la reducción de la extensa ceremonia de cuatro horas a tres. La segunda, a caballo de la anterior, es editar ciertos discursos de agradecimiento, en particular los ganadores de las categorías técnicas (por lo que no sería en directo la ceremonia). La tercera, y el motivo por el que escribo estas palabras, la instauración de una nueva categoría llamada “Película Popular Destacable” o “Mejor Película Popular”.

Cuando muchos dicen que el Oscar es un premio a esta altura desprestigiado, sin mucha credibilidad, que está comprado, que no significa nada a largo plazo, que algunas ganadoras hoy no las conoce ni el loro, que responde a la corrección política del momento y etc., etc., etc., yo me cuento entre una minoría que puede argumentar con hechos sólidos el por qué de ciertas decisiones, en particular sobre lo de “corrección política del momento”… pero eso es otra historia.

Sin embargo, adopto la misma vehemencia cuando la Academia toma decisiones, a mi parecer, cuestionables. Esta es una de ellas.

Sam Mendes, quien ganó un Oscar al Mejor Director por Belleza Americana, una vez concedió una entrevista en la que dio su “decálogo del buen director”. Una de estas reglas es, y cito, “No olvidar que el Oscar es un programa de TV”. Esta declaración de Mendes, un poco en broma, un poco en serio, es crucial para entender el por qué de esta decisión de la Academia.

A pesar de su enorme prestigio, popularidad y ser una de las ceremonias de premios más grandes a nivel mundial, durante los últimos años la ceremonia del Oscar no tuvo lo que se dice un nivel de audiencia alto. Es más, con cada año que pasa muestra una baja en los ratings considerable respecto del anterior.

Seamos sinceros: este divorcio entre las preferencias del público y las de un selecto grupo de profesionales cinematográficos es tan viejo como el tiempo mismo, y por mucho que se quejase el público, a la larga se terminaba aceptando y veían la ceremonia igual. Pero creo que hubo un punto de inflexión donde dicho divorcio ha pasado de ser aceptable a intolerable.

Ese punto de inflexión fue la temporada de premios a la producción 2008, más precisamente con la película The Dark Knight, de Christopher Nolan. Acá teníamos una película que no solo era puramente de género, sino que estaba repleta de reflexiones filosóficas y sociales. Una película que no solo arrasó con la taquilla norteamericana, sino que también lo hizo a nivel mundial. Una película que no solo recibió el beneplácito de la crítica, sino que recibió nominaciones para cada premio sindical de la industria del cine al que se puede aspirar, incluso aquellos de rotundo peso en las categorías principales del Oscar como el Writers Guild of America (WGA, sindicato de guionistas), el Producers Guild of America (PGA, sindicato de productores) y el Directors Guild of America (DGA, sindicato de directores). Estaba todo dado para que una película de superhéroes reciba, por lo menos, una nominación a Mejor Película.

¿Y qué terminó pasando? Nominaciones a Mejor Fotografía, Montaje, Dirección de Arte, Vestuario, Mezcla de Sonido, Maquillaje, Edición de Sonido y Mejor Actor de Reparto para Heath Ledger, estas dos últimas resultando en victoria.

¿Y Mejor Película?

Bien, gracias, ¿Cómo está la familia?

Fue en este momento donde el público no pudo tolerar más esta discriminación. Incluso con todos estos méritos, y por mucho que la Academia quisiera declarar de lo contrario, el público no podía percibir otro mensaje: “Una película de superhéroes (por extensión: una película de género) nunca puede estar a la altura de un drama serio”.

Los foros de internet se hicieron escuchar con sus negativas y la Academia trató de tapar su falta. Primero, riéndose de sí misma de la mano de Hugh Jackman señalando en su medley musical sobre dicha exclusión y luego, al año siguiente, ampliando el número de competidoras en la categoría de 5 a 10 nominadas. Si bien esto no era novedad históricamente hablando (hubo épocas, particularmente en los primeros años del premio, donde dicho numero era algo común), se implementó esta medida para posibilitar las aspiraciones de películas más populares. Pero el daño ya estaba hecho. La estocada ya estaba dada y la herida empezó a sangrar y no dejó de hacerlo hasta hoy.

Ahora bien, los lectores más versados señalarán “Momento, Santiago, esto fue en 2008, pero cinco años atrás, en el 2003 El Retorno del Rey, conclusión de El Señor de los Anillos, trilogía de genero fantástico, taquillera, popular y aclamada críticamente si las hay, se alzó con el Oscar a la Mejor Película a pesar de todo. ¿Cómo explicás eso?” Muy sencillo: por meritoria que sea la victoria de Peter Jackson (filmar una película de nueve horas en un año y que tenga solidez narrativa es para sacarse el sombrero), ese film tuvo una fuerte campaña de promoción atrás, liderada entre otros por el ahora infame Harvey Weinstein, uno de los productores ejecutivos de la trilogía y quien hacía las más agresivas campañas de promoción para el Oscar. Agresividad que ha obligado a la Academia a modificar en más de una ocasión sus reglamentos sobre el proceder durante dichas instancias. Si no fuera por eso, la victoria de la trilogía de Jackson, en lo que a Oscars se refiere, no hubiera pasado de las categorías técnicas.

¿Por qué destaco estos dos incidentes en particular? ¿Por qué me alargo tanto para llegar al punto en cuestión? Comprendamos por qué existe esta categoría de “Mejor Película Popular” y por qué dicha medida es una que atrasa:

  • No hay que olvidar que el Oscar a la Mejor Pelicula no es un distinción absolutista, sino una conclusión llegada por mayoría de votos realizados por un grupo determinado de personas. No son pocas las ganadoras de esta distinción que quedaron en el olvido y otras que perdieron (o que ni siquiera fueron nominadas) ostentan con mucha justicia el título de clásicos.
  • Se llega a dicha distinción armando una señora campaña de promoción para obtener votos que no es muy distinta a la de una campaña política. Muchas veces no gana la que tenga mayores méritos artísticos sino la que tiene la mejor campaña.
  • Como dijo Sam Mendes, es un programa de televisión, y los derechos están entre las muchas fuentes de ingreso de la academia. Necesitan los ratings y cuanto mayor sea el rango del público, mayor será el rating, mayor el ingreso por publicidad y mayor será la apuesta de la televisora para hacer un show más ostentoso el año que viene.
  • Todas estas películas que mencioné no solo fueron nominadas por ser películas de género y de una gran convocatoria, sino por ser buenas películas y punto. Porque incluso siendo de género, lo utilizaron como una herramienta para contar historias sobre la naturaleza humana, sobre el recordarnos nuestras virtudes y defectos, lo que al final del día es el objetivo de cualquier arte.

Creando un premio a la película más popular no estas beneficiando nada, estás confirmando y materializando una grieta desde hace rato sospechada. Es como darle un premio a una película solo por hacer más dinero. Es una cuestión redundante: ¿no es ese ya un gran reconocimiento, incluso más grande que el de la Academia? ¿El que millones hayan elegido tu película sobre las otras? ¿Qué le puede sumar el voto de los miembros de la Academia a algo que ya está teniendo el mejor elogio que puede pedir una producción artística? ¿No es el éxito, por sí mismo, el premio a la “Mejor Película Popular”?

Es como decirle a esa película “te dejamos entrar al consejo pero no te damos el rango de maestro”. Es como decirle “En el fondo no queremos hacerlo pero debemos, porque sino los ratings se nos van a pique, y si se nos va a pique el año que viene a lo mejor no nos podemos costear el Kodak Theatre o la señal que nos permite llegar a todo el mundo.”

Es una movida perezosa, porque ¿no se supone que premian los logros, los méritos? Quiero decir, está en el nombre oficial de su galardón: “Academy Award of Merit” (Premio de la Academia al Mérito). Si ese es el caso, ¿para qué amplíaron su cupo de nominadas de 5 a 10? Supuestamente era para incluir a películas más “pochocleras”, entonces ¿para qué crear luego un premio específicamente destinado a eso? Es lo que se dice un despropósito.

Y el Oscar a la Mejor Película Popular es para…

Esto es Hollywood, y siempre tuvo una prioridad por encima de cualquier cosa: el entretenimiento. Pero de tanto en tanto aparece una película que entretiene, deja un mensaje y puede volverse un fenómeno que va más allá de lo cinematográfico. Todos valores que a Hollywood le fascina y, hasta les diría, busca todo el tiempo ¿Una película que consigue estas tres cosas meritorias para la industria, no es precisamente ya digna de figurar entre las 10 mejores producciones del año?

Dicen las malas lenguas que está todo dado para que Black Panther sea la primera ganadora de esta nueva categoría. Es una película taquillera, de mucha acción, basada en cómics, pero que recibió buenas críticas y es un drama serio sobre la familia, el legado y la modernidad en oposición a la tradición. Claramente tiene todos los méritos para ostentar un lugar entre las 10 nominadas a Mejor Película.

¿Para ganarlo? Eso es otra historia y un deseo malinterpretado por la Academia, no solo de cómo pensamos los cinéfilos, sino los espectadores de a pie.

Piensan que vamos a dejar de sintonizar solo porque una película de superhéroes no se lleva el máximo galardón. No, no somos tan obtusos. No lo queremos regalado. Lo queremos merecido. Están los ideales y está la realidad, y esta última es sencilla, incluso hasta un cliché: la nominación es el premio en sí mismo. Que una película sobre un rey africano con un traje superpoderoso esté a la altura de figurar en la misma conversación con cualquier drama cotidiano, trágico o histórico es todo lo que queremos saber. Que la aprecian como cine, que la aprecian como el arte al que claramente sus realizadores apuntan a que sea. Que ese superhéroe, dentro de la propuesta y los códigos de su verosímil, puede aportar el mismo dilema sobre la existencia humana que historias un poco más mundanas, comunes y corrientes.

Estar en la conversación, codo a codo, con dignidad y respeto junto a otras propuestas. Esa es la batalla que se busca ganar.

Después de eso es, como se dijo más arriba, una cuestión de quién hace la mejor campaña. Como se dice en cualquier competencia limpia: qué gane el mejor.

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3 Comments

3 Comments

  1. Gaston

    15/08/2018 at 01:12

    Imposible decirlo más claro! Gran nota y totalmente de acuerdo.

  2. Matías Seoane

    25/08/2018 at 16:59

    Solo agregaría un detalle sobre la urgencia que tiene la Academia porque Black Panther gane este año (premio para mi inmerecido, ni siquiera como “mejor película de superhéroes) y es el gran movimiento social y político que se genero con su estreno. Toda una comunidad a nivel nacional se movilizó para ver (incluso varias veces) la primera película del género mas lucrativo del momento que por fin les daba un reflejo de su cultura ancestral con la que identificarse (por mas que fuera ficticia, Wakolda recopila fragmentos de varias culturas africanas reales) Creo que es algo muy difícil de entender para el resto de nosotros, pero el debate por la representatividad en las pantallas está muy visible de la mano de luchas sociales que viven un resurgir que se había aplacado desde las grandes conquistas de los 60s/70s
    La Academia todavía no lo entiende porque sigue siendo una mayoría de hombres blancos (y grandes) para los que responder al “oscars so white” es solo una cuestion de ratings, no de convicciones.

  3. Pingback: Sunset Boulevard y la decadencia del cine mudo

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