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Razones por las que tenés que ver Cinema Paradiso

Razones por las que tenés que ver Cinema Paradiso

Ya un clásico del cine italiano, esta historia de amor por el cine (y de amor en general) narra la historia de Toto, un niño que comienza a desentramar los misterios y secretos que se ocultan detrás de una película. Hoy te contamos por qué tenés que ver Cinema Paradiso.

Ver Cinema Paradiso


El amor en su totalidad: por qué ver Cinema Paradiso

Al hablar de cine italiano, las grandes representantes son siempre e inevitablemente La vida es bella (1997), El ladrón de bicicletas (1948) –película que, por cierto, ya tuvo su final explicado en Alta Peli– y La dolce vita (1960).

Claro que dentro de ese podio es imprescindible agregar a Cinema Paradiso. Estrenada en 1988, ganó el Oscar a Mejor Película Extranjera al año siguiente. Se ubica en una Italia post Segunda Guerra Mundial donde el niño Salvatore (“Toto”) es el hijo de una viuda de guerra.

Con la poca plata que puede juntar (de formas más o menos legales) Toto siempre se escabulle en el cine local para ver la última proyección. Eventualmente, se va haciendo amigo del operador, Alfredo, quien primero lo ve como una molestia y, progresivamente, se va convirtiendo en una figura paterna.

toto cinema paadiso

La película describe una de las emociones más básicas y, sin embargo, enredadas del ser humano: el amor, tanto de la forma tradicional como no-tradicional. Claro que existe la subtrama romántica de Salvatore enamorándose de una chica, pero la verdadera esencia pasa por otro lado.

Es amor entre un niño y la magia del cine (como también lo hizo esa subvalorada y hermosa película que es Hugo). Es también amor por el lugar que nos vio nacer, donde nos criamos. Es amor y cariño por un padre, aunque no sea el biológico, por aquella persona que nos enseña un oficio, que nos muestra cómo querer, que nos expone las duras realidades del mundo.

Y ese amor (por supuesto) es complicado, porque no es otra cosa que la emoción más compleja de todas.

A veces, menos es más

Resulta curioso que Cinema Paradiso en la versión que todos conocemos (la de 124 minutos) no haya sido la original. Curioso porque justamente una de las subtramas tiene como protagonista al padre Adelfio, quien se dedicaba a revisar las proyecciones antes de su estreno para hacer que Alfredo quitara todos los besos y momentos “obscenos” (un punto argumental que regresa, triunfalmente, en aquella magistral escena final).

De hecho, y como ya comentamos en esta nota sobre escenas borradas, cuando fue estrenada en Italia duraba 31 minutos más, superando las dos horas y media. Una extensión que, dicho sea de paso, arruina bastante a esta obra maestra.

Es importante esta aclaración porque existe el DVD con el metraje original. Y no lo recomendamos. La historia se alarga de forma innecesaria, con un Salvatore de adulto buscando a Elena e iniciando un melodramático ida y vuelta que va en contra del tono de la película.

El cine como aglutinante social

En el presente, un director de cine ya establecido (Salvatore Di Vita de adulto) recibe el llamado de la muerte de Alfredo y se embarca en un largo retorno a Giancaldo, el pueblo que lo vio crecer. Así, toda la historia de su niñez y adolescencia se cuenta a modo de flashback.

Frente a la demolición del viejo cine –una de las escenas más icónicas e importantes de la película– un maduro protagonista no puede evitar rememorar su infancia. Y es que tanto el cine como Alfredo literalmente salvaron su vida. Por ejemplo, fue gracias a Alfredo que conoció el oficio de operador que le permitió tener su ingreso hasta ser mayor de edad.

Ver Cinema Paradiso es hacer honor a la poesía visual del cine mudo de Chaplin, a las épicas historias de mitos griegos, a los romances de Greta Garbo y a los westerns de John Wayne. Para Toto, el cine es mucho más que ficciones, efectos especiales y actuaciones. El cine de su pueblo es el núcleo de la vida social. Mirar una película es una actividad en conjunto, una salida, una hipnosis colectiva, una manera de ver al mundo exterior.

La vuelta de Toto al pueblo de la infancia es –como todo regreso– un viaje hacia el origen, lo llena de recuerdos, lo inunda de un vacío inmenso: la profunda amistad que lo unió a Alfredo, el amor de su juventud (Elena), su grupo de amigos, sus primeras tomas con la cámara de video, las responsabilidades de un primer trabajo.

Aquel “Nuovo Cinema Paradiso” compacta todas aquellas reminiscencias del pasado. Su demolición cementa el inevitable paso del tiempo y advierte de la nueva crisis que llegaría con la televisión. Son esos escombros los que enlazan al protagonista a su vida pasada. Es un argumento que, aún hoy (quizás especialmente hoy) parece tener más vigencia que nunca.

Conclusión

¿Mencioné que la banda sonora es de Enrio Morricone, uno de los más grandes compositores de la historia del cine? ¿O qué las interpretaciones son todas excelentes?

Cinema Paradiso es una hermosa reflexión sobre el asombro infantil (todo es siempre más luminoso desde la mirada de un niño) y también sobre los anhelos adolescentes.

Para hablar de amor al cine y en el cine, no cabe duda que es la película por excelencia. Deben ver Cinema Paradiso, obra con la que el director Giuseppe Tornatore se consagró para toda la eternidad. Igual que ese conmovedor collage de besos de la escena final (que un adulto Salvatore guarda celosamente entre sus manos) esta historia ha pasado a formar parte del patrimonio de la Historia del Cine.

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