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Una mirada sobre Punto Muerto

Una mirada sobre Punto Muerto

Tuve dos oportunidades para ver Punto Muerto, en el Festival de Mar del Plata y el Buenos Aires Rojo Sangre; por contratiempos, que no vale la pena mencionar en esta nota, no pude aprovecharlas. Afortunadamente la vida (y la prensa de Cris Zurutuza y Ximena Brennan) te dan revancha y pude finalmente hacerlo el lunes pasado.

Una mirada sobre Punto Muerto

Valió la pena cada minuto de la espera y cada minuto del metraje. No hubo un solo momento en el que se me presentara el impulso de percibir o analizar –al menos no mientras ocurría la proyección– los hilos de la trama. Daniel de la Vega exitosamente consiguió sumergirme en esta historia al extremo de que no me importaba a qué películas homenajeaba, o los pocos o muchos recursos que tuviera. Lo único que me interesaba, que me daba curiosidad, era la resolución del misterio. ¿Quién mató a Edgar Dupuin? y lo más importante, ¿cómo hizo el asesino para salir de la habitación cerrada?

Solo por eso De la Vega gana y con creces. Es importante aplaudir a aquellos cineastas que nos muestran un espejo de la triste realidad que nos rodea. Poder captar eso, con matices y sin maniqueísmos, no es tarea fácil. Pero también merece el aplauso la nobleza de adoptar aquel cine más sencillo –de definir, por supuesto– que busca que la pases bien, que te olvides de todo aunque sea por un par de horas y te involucres con los personajes en sus dilemas.

Si bien eso es lo que busca esencialmente Punto Muerto y triunfa, del mismo modo que los mejores exponentes del género tiene cosas para decir, pero más universales que locales, que están bien ocultas en el fondo, con respetuosa sutileza para no entorpecer la narración. Ese tema es la relación de los artistas con la crítica, el deseo de ser respetados por aquellos que piensan y opinan sobre el arte.

Es sobre el deseo de superarse en un oficio tras una devolución devastadora. Es sobre reconocer que todos, creadores y críticos, tenemos un ego, pero este debe ser sano, poniendo las cosas en su justo lugar. Entender que una obra destinada al consumo de terceros está expuesta en un 50% a un desagrado general, y si bien uno desea el éxito, una idea más inmediata del mismo es hacer la mejor obra posible con compromiso, sinceridad y rigor. Los dardos solo duelen cuando uno sabe, en el fondo, que no lo dio todo.

Punto Muerto, sin embargo, pone todo sobre la mesa. Está el compromiso de engatusar al espectador, la sinceridad de hacerlo con las armas más nobles del cine de género, y el rigor de no dejar escapar nada a la anticipación, incluso cuando linda con lo sobrenatural. Me consta, como espectador, que lo dieron todo. Lo demás va más allá de mi opinión y de la de cualquier reseñador.

El Blanco y Negro no es solo una declaración estética, yo la percibo como una declaración de principios: o la tomás o la dejás. El género es así. Siempre fueron sus reglas y nunca pidieron otra cosa. Pero si elegís verla te vas a encontrar con una película que no solo no se disfruta con frecuencia en el cine nacional, sino en el cine y punto. Si al leer estas palabras tenés cerca un cine donde la exhiban, no lo dudes y sacá una entrada. Lo vas a disfrutar, es una de esas inmersiones que le dan al cine esa magia que tiene.

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