Amor Boda Azar: una comedia donde el azar no favorece al resultado. Crítica, a continuación.

Amor Boda Azar puede llegar a parecer una propuesta más del montón, de esas cuyo final feliz se ve venir a la distancia, pero ser firmada (y dirigida) por el guionista de Muerte en un Funeral, comedia desopilante y entretenida si las hubo (que en Argentina llegó a estar un tiempo prolongado en las salas gracias al boca a boca), quizás haga que el espectador le de una oportunidad al recorrer el catálogo de Netflix.

Amor Boda Azar: Sí, quiero… reír… pero no puedo

Crítica de Amor Boda Azar

Amor Boda Azar apunta desde el vamos a ser una comedia inteligente por plantear, a través de una mística voz en over (que si no es Judi Dench, le pega en el palo), el concepto de que un evento puede tener miles de resoluciones a partir de una pequeñísima acción como cambiar de lugar las asignaciones de asiento en una mesa. La promesa de la comedia es ver quién de los comensales se toma la medicina para el sueño y hace un ridículo de sí mismo.

Con esto podemos pensar que Amor Boda Azar, al mejor estilo Clue: Los Siete Sospechosos,  nos va a ofrecer varios finales distintos en sus 100 minutos de duración. Sin embargo, no es eso lo que pasa. La película invierte una gran mayoría de su metraje camino a uno solo de los finales, le da poco desarrollo al siguiente (no pueden estar cuatro horas haciendo esto), y a la mitad, en un resumen tan apresurado como perezoso, muestra las muchas otras alternativas.

La intención del guion es noble en presentar este tema, y en cierto modo consigue su meta, pero no de la manera que esperaba. Esa tesis, por genuina y bien planteada que sea, más que permear cada escena de la película, queda expuesta no pocas veces como un salvavidas; el misticisimo con el que es presentada no termina de aportar a la trama como un todo.

Después de eso, es la comedia en sí misma la que tiene que salir a la cancha y hacer su parte, lo que el público está pagando por ver (una suscripción a Netflix no será una entrada, pero ambas cuestan plata) y es ahí donde se pone en evidencia el mayor error de Amor Boda Azar: la comedia no solo no produce risas, sino que las situaciones generan vergüenza ajena.

Hay varias escenas donde uno quiere poner pausa y darse un descanso de por lo menos 10 minutos antes de seguir, porque generan rechazo donde deberían generar patetismo. Si la idea era plasmar a esos personajes insoportables que buscan conquista en una boda (y no pocas veces de un modo nada sutil), podemos decir “misión cumplida”, consiguiendo ponernos en los incómodos zapatos de una pobre joven que debe soportar el egocéntrico discurso de un hombre que vino a la boda con un kilt, sin ser escocés y sin dar casi explicaciones satisfactorias, cómicas o de cualquier índole, sobre semejante elección de vestuario.

Valerse de la incomodidad y estirarla cual chicle no es comedia. El remate es crucial y acá brilla por su ausencia. Para esta crítica, si Amor Boda Azar sirve como ejemplo de algo, es de cómo no hay que comportarse en una boda, más aún si se presenta una posibilidad de romance.

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