La primera serie argentina original de Netflix, Edha, resulta un relato tan superficial como el mundo que retrata y tan gélido como su protagonista.

La gran ventana hacia el mundo que Netflix acaba de abrirle a la producción local se siente absolutamente desaprovechada con una serie que, por diferentes motivos, es un retroceso respecto a los últimos buenos años que hemos tenido con shows como El Marginal, Un Gallo Para Esculapio, Historia de un Clan o El Jardín de Bronce.

Edha arranca mal, con una voz en off absolutamente innecesaria, y a lo largo de los episodios, cual bola de nieve, arrastra errores hasta llegar a un final irrisorio. ¿Qué pasó? Nombres talentosos sobran en esta producción, desde los rubros técnicos, pasando por el guion y la dirección: en cada rama figuran personas que no tienen nada que demostrar pero aquí dan un sorpresivo paso en falso.

Edha, un cúmulo de errores

Edha (Juana Viale) es una exitosa diseñadora que al conocer a su musa, Teo (Andrés Velencoso), queda envuelta en un torbellino de pasiones y mentiras pues el muchacho llegó a ella para vengarse. ¿Primera falla? Esa sinopsis. Netflix viene promocionando desde hace meses algo que acaba concretándose recién en el episodio 4 (de 10). Durante los 3 primeros capítulos solo hay un abanico interminable de personajes haciendo poco, y se ve que Netflix lo sabía porque vendieron como argumento algo que va a ocurrir casi-casi a mitad de la serie.

Para que esa primera parte se vuelva aun más difícil tenemos la mencionada voz en off de Edha, la cual está mal planteada desde el origen. A modo de ejemplo de su nulo aporte: el personaje interpretado por Delfina Chaves le dice “Mamá” a Edha, e inmediatamente aparece la voz en off diciendo “Ella es Elena, mi hija“, como si no acabáramos de oírlo. Además es recitada con un tono intolerablemente uniforme que da la misma importancia al “ella es mi hija” que a otras frases existencialistas como “Voy a revelar la trama de mi historia a través de su cuerpo” (cosa que, dicho sea de paso, queda en nada).

La historia no es mala así como tampoco innovadora, relatos de venganza sobran, pero pareciera más adecuada para una tira sin tantas pretensiones. Aunque quizás queda a medias por una dirección y realización cansinamente tradicional, apenas correcta a pesar de la enorme inversión, sin vestigio alguno de la mano de un director de la talla de Daniel Burman. Para que quede claro: la dirige él, pero podría haberlo hecho cualquier ignoto/a y el resultado (más allá de la recurrente trama sobre el judaísmo propia de Burman, aquí metida con calzador) hubiese sido el mismo.

Llega un punto, en la segunda mitad de la serie cuando incluso el tema de la venganza pierde importancia, donde es imposible discernir si los desperfectos provienen del guion, de los diálogos, de la dirección, del montaje o incluso de la banda sonora. Hasta culpé a Buenos Aires de tanto verla en esos planos aéreos eternos y hartantes. Todo hace ruido e impide ver Edha de otra forma que no sea como consumo irónico (el desfile del capítulo 5 es lisa y llanamente uno de los instantes más increíbles que recuerdo haber visto en una serie nacional… y he visto cosas como Contrafuego).

La denuncia social alrededor de los talleres clandestinos es otro de los puntos complejos por su tratamiento vacío. Empieza siendo importantísimo, se pierde y se convierte en una mera excusa cuando la trama se vuelve personal (ni siquiera al personaje de Daniel Hendler le importa en realidad, pues el motor de su investigación ¡también es una venganza!), y reaparece en una escena final presuntamente profunda y crítica.

¿Puede solo una actriz hundir un producto?

La elección de Juana Viale puede ser el mayor error de Edha, pero ya vimos que no es el único. No es finalidad de estas líneas señalarla con el dedo y decir si es buena o mala actriz: contratan su fría belleza, la cual ya debería ser tomada como una marca, un sello personal. Tal vez lo desconcertante es que esta Edha reaccione de la misma manera a un diseño que le sale mal, a la revelación de que su padre “mató” a su madre, o a que su hija tenga una sobredosis. ¿Fracaso de una dirección que no logra hacerle transitar la transformación que una protagonista necesita? ¿Fallo de un guion que no marcó correctamente ese camino? ¿Simplemente la actriz no consiguió hacerlo? De nuevo: imposible discernirlo entre tamañas fallas.

El resto del elenco hace lo que puede (poco) ante complicadas lineas de diálogos, y Edha acaba por ser un mero desfile de caras importantes completamente malgastadas en tramas cero relevantes (lo de Carla Peterson no sabría describirlo, la participación de Julieta Zylberberg es inentendible). Las malas decisiones de casting tienen su única buena elección en Delfina Chaves, que con su poca trayectoria al menos aprovecha sus minutos para transmitir diferentes sensaciones, algo que la mayoría del elenco no consigue en ningún momento.

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