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Alta Peli

Críticas

Angélica (REVIEW)

Angélica (REVIEW)

Angélica, una narración de eficiente simbolismo sobre la identidad.

Crítica realizada durante el 34ª Festival Internacional de Cine de Mar del Plata.

El comportamiento del ser humano es una de las cosas más atractivas de ver narrativamente, y una de las más difíciles de materializar. Un buen guion con un profundo desarrollo de personaje es un buen inicio. A ello debemos agregarle un buen intérprete y una propuesta visual que pueda evocar sensorialmente esa conducta. Afortunadamente, Angélica consigue ganar en todos estos apartados con una narración cautivante.

Una verde matriz

Dos detalles pintan de cuerpo entero el severo problema de identidad que padece la protagonista (Cecilia Rainero) y sobre el cual está sostenido el film: una línea de dialogo y una peluca.

La línea de dialogo en cuestión es “A partir de los 40 no celebro los cumpleaños”. Una expresión que se la hemos oído decir a muchos encierra en el caso de esta película un subtexto muy potente. El fallecimiento de su madre se produjo poco antes de dicho natalicio, llevándose con dicho deceso el único propósito en la vida que parecía tener la protagonista. Lo único que la definía. Al perder esa definición, pierde también su ser, generándose un vacío que se ve obligada a llenar a como dé lugar.

Es aquí donde entra el detalle de la peluca. Al ponérsela evoca e imita a su madre para convencerse de que ella está físicamente. Lo de la imitación no es una palabra gratuita, ya que al estar desprovista de una identidad propia, la protagonista se porta como una completa adolescente. Por lo tanto, el modo en que se expresa es demasiado explícito, sin matices o dimensiones, del mismo modo que haría cualquiera de nosotros al imitar burlonamente a otro.

Pero esa ausencia de identidad -que denota una adolescencia extendida- no solo se ve en el detalle de la peluca, sino en otros como la escena en una fiesta donde la protagonista intenta infructuosamente conquistar a un joven disfrazado de minion. Cuando este le responde que tiene novia, ella le dice con rapidez que ella también tiene novio. Una contradicción más hecha para tapar una falta, que una convicción típica de la falta de responsabilidad esperable de un adolescente.

A todo esto debemos sumar la renuencia de la protagonista a dejar el hogar materno. No importa si tiene que pasar por una medianera, no importa si se tiene que ir al altillo para que los obreros no la vean, no importa que la casa a su alrededor se esté cayendo a pedazos. Esto no es solo una simple falta de propósito que trata de tapar convenciéndose que ese propósito todavía existe. Esto es, por obvio que pueda sonar, una renuencia a dejar el vientre materno. Una renuencia a renacer como un individuo propio. La casa es ese vientre materializado donde ella, feto adulto, vive sin deseo alguno de identidad más allá de lo que entendió como la misma.

Este simbolismo del guion, tan predominante como lo es potente, encuentra una concreta manifestación visual en la fotografía y el diseño de producción, donde el uso de los colores es fundamental para manifestar sensorialmente la complejidad psicológica de la cual el espectador está siendo testigo. Donde el verde cumple la función del liquido amniótico en el que se mueve la protagonista. No solo en las texturas y luces que se perciben en su vivienda, sino en su vestuario. Cuando la protagonista esta fuera de su casa, esa simple y lisa elección de color para una musculosa, denota que incluso fuera de la matriz ella es un feto, una entidad que no puede existir sin su originadora presente de alguna forma.

Dicho esto, Angélica también utiliza al color como una herramienta invasiva, cortando, interrumpiendo la “tranquilidad” de este verde vientre materno. Ya sea en la forma de los ámbares de los obreros de la construcción, quienes vienen a destruir este vientre, y el rojo de las fantasías con su amante, una idealización de que el imitado perpetuar de la presencia materna puede llegar a rendir frutos. Sí, este último detalle también es destructivo en cuanto a que es una distracción. No por nada estos rojos son brillantes y saturados, manifestando así la exageración inherente hasta cierto punto en la idealización.

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Conclusión
Angélica es una narración de eficiente simbolismo sobre la identidad. Una experiencia sensorial clara en sus ideas y su ejecución. Una historia que interpela al espectador y lo desafía constantemente: interpretando y cuestionando a cada momento del camino. Un paseo complejo como solo puede serlo el interior de la mente humana.
Nota de lectores2 Votos
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