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Críticas

REVIEW: Atrás hay relámpagos

Crítica realizada durante el BAFICI [19].

Julio Hernández Cordón presenta su más nueva película, Atrás hay relámpagos, en la que intenta hacer un fresco de la (in)actividad juvenil de su país, pero tropieza con un relato que nunca termina por construir una historia.

Tiempo muerto

Hasta el momento, las impresiones que teníamos de Hernández Cordón en Argentina se debían a su único film estrenado en nuestro país: la brillante Las Marimbas del Infierno, en aquel seguía de manera cuasi documental la cotidianeidad de una banda de músicos que tocaban el instrumento del título e intentaban reversiónarse a través de la música heavy metal. La gracia y la cercanía con la que presentaba a sus personajes entrañables hacían que nuestra atención se mantenga siempre alerta. Algo que no sucede en su nueva propuesta.

Atrás hay relámpagos sigue a dos chicas, Ana (Natalia Arias) y Sole (Adriana Álvarez), jóvenes de un pasar acomodado con intenciones de independizarse económicamente. Pasan sus días improvisando bailes, cometiendo vandalismo menor en un supermercado y andando en sus bicicletas, a las que tratan como si fuesen extensiones de su cuerpo. Entre ese hacer del no hacer, caen en la casa de Sole, en donde en un inmenso parque se encuentran varios automóviles que pertenecieron a su abuelo. Entre el juego y el deseo de Sole de usar un BMW clásico como taxi, encuentran en el baúl del mismo un cadáver. Ambas entran en desesperación sin saber qué hacer.

Las cartas estaban echadas; la policía interviene y Sole decide ocultar la participación de Ana. Todo estaba a disposición para un thriller sencillo, o una comedia de personajes regulares. Es más, hasta esto es lo que se nos cuenta como premisa.

Sin embargo, Hernández Cordón, prácticamente abandona esta historia antes de la media hora, quedando una hora restante en la que simplemente veremos a las dos chicas deambulando por la ciudad junto a otros chicos que también comparten la afición por las bicis y sin construir historia alguna. Ni siquiera el hecho del cadáver cobra relevancia (más allá de que después uno de los compañeros buscará el paradero de un personaje encontrado en la billetera del muerto) como para decir que la película trata sobre eso.

La frase “atrás hay relámpagos” es mínimamente justificada en una escena del film como una referencia a los pedos. Quizás, eso de una idea del cotilleo que presenta el film. Un muestrario de actitudes de jóvenes que no pasan una situación económica apremiante y buscan su destino.

El ritmo es lento, casi es una oda al no ritmo. Su menos de hora y media se hace eterna, hasta arribar a una suerte de no final cuando pareciera que por fin podría suceder algo. Si en algunos tramos se sostiene es por la química entre Arias y Álvarez, aunque lidien con personajes que no generen gran empatía y un resto actoral que no las acompaña. Tampoco se justifica desde lo estético, apuntando a lo naturalista, ni desde una banda sonora a puro electro pop.

Conclusión

Atrás hay relámpagos genera muchísimas más expectativas de las que cumple, una propuesta fallida que no suscita interés ante la imposibilidad de crear un argumento a seguir. Quedará en el recuerdo una mucho mejor obra de Hernández Cordón, a la que esta no está ni cerca de igualar.

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