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Críticas

REVIEW: El castillo de cristal

El castillo de cristal, de Destin Daniel Cretton, basada en la novela autobiográica de Jeannette Walls, es un drama enternecedor sobre la difícil vida de un grupo de hermanos creciendo en un entorno de altos valores sociales pero completamente disfuncional.

La familia desunida

¿Cuánto estamos dispuestos  a condenar a nuestros padres por los errores de crianza cometidos? Esta será la incógnita que rondará alrededor de las más de dos horas de metraje de El castillo de cristal, y el ejemplo que expone sí que es extremo.

Todo comienza en 1989, Jeannette (Brie Larson) es una periodista dedicada a las notas de color, a punto de cerrar un trato que la convertirá en aún más exitosa. Una yuppie orgullosa de serlo y comprometida con otro chico burgués.

Podríamos decir que la vida le sonríe. Sin embargo, todos tenemos tierra que queremos esconder bajo la alfombra, y en el caso de Jeannette viene por el lado de sus padres.

Le aterra la idea de que su prometido conozca a sus padres, y cuando empecemos a conocerlos entenderemos, en parte, el por qué.

A través de una serie de flashbacks y de un viaje permanente entre el pasado y “el presente”, sabremos de la historia de los Walls, un matrimonio con tres hijos. Rex (Woody Harrelson) y Rose Mary (Naomy Watts) son lo opuesto a lo que es su hija en la actualidad, liberales de izquierda, que intentan inculcarles a sus hijos valores por afuera del capitalismo, la unión familiar ante todo, y aprender a vivir con lo mínimo apreciando los pequeños detalles.

Todo eso suena hermoso, pero la cara oculta es que Rose Mary, y sobre todo Rex, someten a sus tres hijos a una vida de duras penurias, comenzando por económicas, siguiendo por físicas, y culminando en espirituales.

Un mundo perfecto

Rex definitivamente es quien lleva los pantalones en la familia, Rose Mary (que también tiene lo suyo en ser una madre descuidada) es una sometida. El hombre los lleva de un lado al otro, escapando de las deudas y los problemas, sin tener nunca un hogar físico. Es un borracho empedernido que manipula a los miembros de su familia, les miente y les oculta cosas si el cree que es para su bien. Ni siquiera es capaz de defender a uno de sus hijos ante un hecho gravísimo e imperdonable.

Jeannette será la hija que más se enfrente a su padre, la que intentará proteger a sus hermanos y hasta a su madre, aunque en el ir y caer una y otra vez de esta, perjudique a sus hijos nunca abandonando a su marido.

Pero Rex también incentiva a sus hijos a que sean lo que quieren ser, construye alrededor de ellos una fantasía que intentará ocultar las penurias económicas que llevan; sería complicado decir que el hombre no quiere a su familia, a su modo.

Rex quiere que su hija sea escritora, la incentiva a desarrollar su creatividad, y lo último que querría sería verla convertida en un aparato del sistema, o en una escritora de trivialidades, justo.

Según el cristal con el que se mire

Así, El castillo de cristal deposita al espectador en una zona difícil, y es en donde se diferencia de la similar Capitán Fantástico. En el film con Viggo Mortensen, nadie podía negar que el hombre era amoroso con sus hijos y que le enseñaba buenos valores, lo único cuestionable era el estilo de vida cuasi hippie. Acá no es tan sencillo.

Sin embargo, lo que aclara el panorama es saber que los personajes son reales, y que lo que se ve salió de la propia pluma de su protagonista, la principal víctima, que también conlleva esa dualidad.

El film tensa los momentos emotivos, será casi imposible no llorar en algún tramo, y la recreación de época siempre es precisa. Pero el valor fundamental son las interpretaciones. Brie Larson demuestra una vez más tener firmeza en el drama, expresa mucho con sus miradas duras. Naomi Watts vuelve a entregar otra de esas interpretaciones que nos recuerda lo gran actriz  que es, por más que a veces insista en taparse con productos menores y desvalidos.

Quien se robe todos los aplausos será Woody Harrelson, uno de los actores más talentosos y menos reconocidos de Hollywood. Rex produce rechazo y ternura en partes iguales, y todo se lo debemos a su soberbia interpretación.

Conclusión

El castillo de cristal de Destin Daniel Cretton, es un drama difícil, que no termina de sacar sus conclusiones, por más que la historia tenga un final concreto. Habrá alguna connotación extraña en asociar la vida libre con aspectos negativos, pero siempre se ampara en ser la visión de la autora. Deja que sea el espectador quien comprenda o no a sus personajes. La corrección de la puesta y lo sobresaliente de las interpretaciones terminan por cerrar el cuadro.

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