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Críticas

REVIEW: Girlboss

https://www.youtube.com/watch?v=N89LtGSTN74

La nueva serie de Netflix, ni divertida, ni profunda

Basada en la historia real de Sophia Amoruso, creadora de Nasty Gal (y productora de la serie junto a Charlize Theron), sigue a una joven cansada de ser empleada que de repente tiene una idea que cambiará su vida: conseguir ropa usada, reformularla y venderla por eBay a precios increíblemente superiores. Créase o no, así inició su imperio una de las mujeres más ricas de Estados Unidos.

Girlboss: emprender, divino tesoro

poster de girlbossBritt Robertson (Under the Dome, Tomorrowland) se pone en piel de Sophia. Tal vez sea lo mejor de la serie con un personaje de a ratos querible, de a ratos detestable o, más bien, insoportable con su exceso de energía y egoísmo. Es inocultable la intención de convertirla en una muestra irrefutable del girl power. Para darse cuenta de ello, basta ver la escena donde no necesita ayuda al empujar su auto en plena calle ascendente de San Francisco, entregándole un sincero fuck you al resto de la sociedad que intenta apurarla.

El problema es que ese poderío se pierde en un relato que no termina de decidirse si quiere ser una comedia, un drama, o un libro de autoayuda. Quizás la idea sea justamente esa, no encasillarse en un género, pero es así como pierde naturalidad y se nota demasiado la mano de la creadora de la serie, Kay Cannon (Pitch Perfect) tratando de manipularnos a nosotros espectadores.

La muchacha pasa de comer de la basura a dormir en una cama repleta de dólares, casi que de manera mágica. En ese no tomarse su tiempo para hacer madurar la narración y el crecimiento de la empresa (no estamos exigiendo tampoco una clase de Administración, que quede claro), es que los problemas a los que se enfrenta terminan siendo realmente vagos. Por ejemplo: la pelea con su amiga al haberla quitado de los sitios favoritos en MySpace -utilizada para mostrar el alcance de la amistad entre ellas- acaba resultando de una superficialidad pasmosa, cursi y propia de una serie de adolescentes (no de las buenas, que las hay).

Buenas intenciones

Da la sensación de que hay mucho talento desperdiciado. Girlboss presenta algunos buenos instantes, demostrando que puede ser divertida y profunda al mismo tiempo. El capítulo 7 es uno de ellos, con una brillante Melanie Lynskey (que haga lo que haga, lo hace bien) interpretando una obsesiva amante de la ropa vintage que ve como un pecado la manera en que Sophia trata las prendas. La relación que entablan y su desarrollo en apenas 25 minutos, está tan bien resuelto que expone de manera dramática lo que en el resto de los episodios no supieron (o no quisieron) utilizar.

Las relaciones de Sophia con su entorno también son así de irregulares: hay grandes escenas con algunos personajes como su padre, el siempre genial Dean Norris (que coincide nuevamente en un elenco con Robertson) o ese interés romántico encarnado por Johnny Simmons, pero se profundiza poco en ellos. Es imposible que nos interesen a nosotros cuando ni siquiera el guión se esfuerza en desarrollarlos, prefiriendo perder tiempo en clips estilizados, escenas de boliche, o viajes drogones que pueden ser de esta serie o de cualquier otra que ande dando vueltas por ahí.

Lo anterior lleva a que pocas veces se haya desaprovechado tanto el talento de Norris y figuras de la talla de Jim Rash, Norm Macdonald o RuPaul. Lo bueno: no todas las series cuentan con ese tipo de participaciones, por lo tanto el solo tenerlos unos minutos en pantalla hace que no sea una pérdida de tiempo quedarnos frente a esta Girlboss, tan atractiva como fugaz.

serie girlboss

Resulta interesante además, el golpe de realidad que la propia actualidad le impone al relato. A fines de 2016, cuando la serie ya estaba encaminada, la Amoruso de la vida real renunció a la dirección de la empresa y Nasty Gal (envuelta en miles de litigios por plagio y trabajadores acusando de maltrato laboral) se declaró en bancarrota. Una dura bofetada para una serie que intenta pintar el triunfo del sueño americano.

Conclusión

Un personaje protagónico con quien no es sencillo empatizar, secundarios que solo vagamente recibirán trato relevante, una historia de superación personal que raya la superficialidad, son solo algunos de los elementos que impiden conectar con Girlboss. A medio camino entre una sitcom (de esas que hay miles) y un dramedy como la recién despedida Girls, tiene pequeños destellos de creatividad y algunos buenos momentos que hacen seguir adelante más por inercia que por verdadero interés.

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