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Críticas

La Maldición de Hill House (REVIEW)

En La Maldición de Hill House, Mike Flanagan adapta, revaloriza y eleva la obra de Shirley Jackson, creando una serie destinada a ser un clásico de culto.

Una familia se instala en una antigua mansión. Mientras los padres intentan restaurarla para luego venderla y sus 5 pequeños hijos juegan en la innumerable cantidad de cuartos, todos comienzan a ser atrapados por las paredes de un escenario que parece tener vida propia, llevándolos a experimentar sucesos paranormales que los marcarán para siempre. Años después, cuando los niños han pasado a ser adultos, una tragedia los volverá a enfrentar con esa casa de la que huyeron y a heridas de un pasado que aunque lo nieguen siempre los persiguió.

El mejor terror: el silencioso

El terror es uno de los géneros más prolíficos y redituables. Su fuerte siempre ha sido el cine, y por una simple razón: a una serie le cuesta generar el miedo que fácilmente puede conseguir una película de dos horas pensada para ser vista en una sala oscura, sobre todo por dividir el relato en partes que veremos en nuestros ratos libres. Esa dificultad para trasladar las bases del género a la pantalla chica ha ocasionado que pocos salgan bien parados del desafío. La Maldición de Hill House viene a echar por tierra esos fracasos anteriores, sabiendo equilibrar de manera orgánica lo mejor del terror con las innumerables posibilidades del formato serial.

Pero antes de continuar con el análisis de la serie en sí, debemos hacernos una pregunta: ¿a qué consideramos una buena serie/película de terror? La enorme cantidad de estrenos ha llevado a una simplificación casi vergonzosa de los cánones del género. El intento por asustar TODO el tiempo, la utilización hasta el hartazgo de golpes de sonido buscando un sobresalto, la sangre casi que chorreando la pantalla, ha moldeado un espectador ansioso que si no salta de la silla cada 5 minutos se siente estafado, sin posibilidad de disfrutar el lento proceso narrativo que lleva a construir terror profundo, calando en nuestro inconsciente para despertar los monstruos que tenemos dormidos. En definitiva: el terror que perdura una vez acabado el relato. Los mejores exponentes del horror, los que quedan en la historia, son justamente estos últimos, mientras los otros pasan al olvido.

En La Maldición de Hill House, Flanagan, mente visionaria tras obras cumbre del terror moderno como Oculus o Hush, se balancea entre esos estilos de manera hábil, logrando resultado más que satisfactorio. Se decanta claramente por el miedo silencioso, construye terror, lo impregna en cada plano, en cada detalle de la fotografía y la puesta en escena (obligatorio rever la serie para encontrar todos los fantasmas ocultos en lugares impensados), empuja lentamente sus personajes hacia el abismo, pero sin olvidar a ese otro público (a fin de cuentas es una serie del más popular de los sistemas de streaming) entregándole los sobresaltos que esperan aunque en su justa medida, sabiendo dosificarlos, sin excederse en querer lograr el susto gratuito y constante.

Muchas veces los fantasmas son un deseo

La Maldición de Hill House está libremente basada en la novela que ya tuvo dos adaptaciones cinematográficas (en 1963 y en 1999), tomando solo algunos puntos centrales de ella y creando su propia historia. Una historia de fantasmas, sí, pero no solo de esas almas errantes que quedaron atrapadas en nuestro mundo, sino también de otro tipo de fantasmas, los más peligrosos: los personales, los que creamos nosotros mismos, que nos acechan y nos terminan definiendo.

Respetando otro eje del buen terror, la serie lo utiliza para en realidad hablar de mucho más. Hay una casa embrujada, pero lo que en verdad está contando es otra cosa: el drama de una familia cuyos traumas grupales e individuales, negaciones, miedos y represiones los perseguirán hasta que se dignen a enfrentar en serio sus problemas, a plantarse cara a cara con eso que quieren evadir y que los consume por dentro. La casa embrujada es apenas una metáfora siniestra de los monstruos que creamos destruyéndonos y que nos acompañan durante toda la vida. Por si eso no les quedaba claro, en el final del episodio 5 Flanagan lo expone en una de las mejores (y más devastadoras) escenas de la serie.

La Maldición de Hill House: La complejidad del tiempo

Los momentos caen a nuestro alrededor como la lluvia“, se dice cerca del final. Y es así como Flanagan, director de cada uno de los 10 episodios, justifica la estructura adoptada: un relato compuesto por trozos desperdigados en el tiempo que se revisitan y resignifican a cada paso, adquiriendo sentido con el transcurrir de los capítulos, ordenando de alguna manera ese caos temporal que le da forma. Los dos tiempos de la narración y sus miles de mini piezas le permiten un manejo de la temporalidad tan enrevesado como hipnótico, dándole elementos para jugar con la mente tanto de los personajes como la de nosotros espectadores.

Y juega con elegancia, con astucia, alcanzando la cima en un capítulo 6 que es una verdadera joya visual formada por 4 planos secuencia magistralmente diseñados y orquestados, contribuyendo a que esa espiral de tiempo y espacio -en la que se explica gran parte de lo acontecido- rompa la pantalla y nos convierta en un habitante más de esa casa tenebrosa y hambrienta de oscuridad.

El suspenso va a la par de la construcción de personajes, sin que una cosa sea desmedro de la otra. Cuando pareciese que la mayoría de las series no pueden balancear esos dos elementos de manera conjunta, Flanagan viene a poner orden. Para ello se apoya además en un solvente elenco: Carla Gugino (con quien el director y Netflix ya trabajasen en la adaptación de Gerald’s Game) brilla como una madre desbordada, desesperada y consumida; mientras su esposo calla y contiene en las dos etapas de su vida (la primera en piel de Henry Thomas, el inolvidable pequeño Elliot de E.T., y en la segunda interpretado por el gran Timothy Hutton).

Nuevamente Netflix acierta de manera feroz con el cast de niños, donde Mckenna Grace (la talentosa niña de Un Don Excepcional) sobresale con su Theo por ser el personaje más complejo, pero sin opacar al resto. Las versiones adultas no se quedan atrás y Kate Siegel (Hush) repite esa relevancia con la Theo mayor, afianzando las carreras de Elizabeth Reaser (Grey’s Anatomy, Manhunt: Unabomber), Michiel Huisman (Orphan Black, aunque siempre será recordado por su Daario Naharis en Game of Thrones) y Victoria Pedretti (a quien pronto veremos en lo nuevo de Tarantino Once Upon a Time in Hollywood). Sorpresa la fragilidad emocional con la que Oliver Jackson-Cohen interpreta a Luke, el más visiblemente roto de los hermanos, entregando una credibilidad que sus anteriores trabajos no le habían dado la posibilidad de demostrar (viene de ese fiasco llamado Emerald City, que destruímos en esta nota).

La Maldición De Hill House (The Haunting Of Hill House) crea suspenso, genera terror psicológico, lo transforma en oscura poesía, redondeando una obra profundamente humana, donde los fantasmas son una excusa para hablar de monstruos internos y de la angustiante existencia.


[imdb]https://www.imdb.com/title/tt6763664/[/imdb]

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Conclusión
Con la creación de una atmósfera escalofriante, sin ceder ante la avalancha de jump scares o sangre gratuita que el público de hoy parece entender como base del género, usando el miedo como motor de un potente drama familiar y personajes de una progresión dramática envidiable, Mike Flanagan puede haber logrado la serie de terror definitiva.
Nota de lectores35 Votos
78
100
Total

8 Comments

8 Comments

  1. Ana Vignone

    16/10/2018 at 12:22

    Me encanta…!!!! Te atrapa en cada episodio, hace rato no veía algo que me dejara con ganas de seguir viendo….No tarden en hacer la próxima temporada!!!

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