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Críticas

REVIEW: Salve César!

Una constelación de estrellas a las órdenes de los Hermanos Coen.

Un hombre serio

Joel y Ethan Coen probablemente sean dos de los más geniales y prolíficos artistas que ha visto el cine americano en las últimas tres décadas. La dupla ha sabido construir un estilo distinguible a partir de una deconstrucción cinéfila y filosófica de los géneros cinematográficos.

Si uno se detiene a revisar la filmografía de los Coen por un momento, podrá observar una notoria variedad de películas: thrillers, film noir, comedias negras, comedias románticas, ciencia ficción, westerns y musicales. Todas ellas funcionan a la perfección ya que están magistralmente elaboradas por realizadores con experto conocimiento del lenguaje que las define estética y narrativamente. Es tal el entendimiento de los directores, que son capaces de doblegar las reglas del género para esconder sus abstractos conceptos en una capa de aparente entretenimiento estandarizado. Salve César! es un gran exponente de este procedimiento.

El film nos introduce en la denominada “edad de oro” de Hollywood, un período previo a la Segunda Guerra Mundial y con un sistema de estudios fundamentado en la exclusividad de sus “estrellas”. Buena parte de nuestro imaginario clásico sobre la industria del cine proviene de este momento histórico y no es la primera vez que los Coen deciden revisitarlo (es el contexto de la excelente Barton Fink).

Es en esta “fabrica de sueños” que existía un hombre llamado Eddie Mannix, un productor encargado de arreglar cualquier inconveniente que pueda imposibilitar la realización de las producciones del estudio; una especie de detective privado a lo Humphrey Bogart dedicado a arreglar cualquier cabo suelto con devoción casi religiosa. Los Coen tomaron a esta figura como su protagonista y lo involucraron en una compleja trama de crímenes y malentendidos. Eddie (Josh Brolin) puede convencer directores prestigiosos, arreglar problemas de casting, casar actrices, disuadir a la prensa e incluso negociar secuestros de actores imprescindibles como lo es Baird Whitlock (George Clooney). Este último, un actor exagerado y con manierismos ridículos, es la atracción principal de una epopeya bíblica sobre el poder transformador de Jesucristo hasta que se ve abducido por una excéntrica agrupación política.

Pan y Circo

Los Coen despliegan una historia dentro de un estudio hollywoodense para desarrollar su ejercicio metalinguistico e intertextual a múltiples niveles. Así es como vemos largas secuencias de musicales, dramas de época, rodajes de westerns; todo dentro de un relato noir. Al mismo tiempo, el guión expone pequeños guiños casi imperceptibles a otros films (nombres de personajes de Hitchcock) y estilos que florecieron durante este tiempo.

No obstante, la película no es un homenaje nostálgico a una magia perdida, es más bien un análisis del propósito del cine en la sociedad capitalista y una analogía de éste con las historias que otorga la Biblia. Es decir, tanto la religión como el cine funcionan a través de la Fe, en la creencia de que aquello que estamos viendo/leyendo/escuchando es real, es factible, es verosímil; sin la voluntad de la Fe no existe el espectador ni el feligrés. La Biblia está contada a partir de los Santos Evangelios y las películas a través de los guionistas; ambas historias serán contadas infinitamente porque su creador lo dispuso así. Mannix y Jeff “The Dude” Lebowski son esencialmente lo mismo que Moises y Jesucristo.

Aún con esta densa capa teológica y filosófica, los hermanos se las ingenian para crear una cinta extremadamente entretenida, con todos los recursos que podría ofrecer una película clásica como pueden ser un reparto estelar, humor naive, slapstick, música, crímen, acción, romance, misterio y hasta una trama de conspiraciones. Y como siempre, todo sustentado por un brillante uso del sonido, una puesta excepcional y la bella fotografía de Roger Deakins. Es la gran contradicción del cine la que Joel y Ethan exponen con su guión, donde la misma fantasía escapista del capitalismo es la que manifiesta la verdad que quiere esconder. Allí en esa tensión paradojal reside el motor mismo de todas las historias, en nosotros está la elección de creerlas o no.

Conclusión

Salve César! es una película entretenida, inteligente y corrosiva. Un film brillante que demuestra una vez más el genio y la agudeza de los hermanos Joel y Ethan Coen.


En Netflix la encuentran como ¡Ave, César!


 

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