La inquietante distopía de The Handmaid’s Tale

Nos encontramos en Boston. La vida transcurre con relativa normalidad, en un tiempo no muy lejano al actual. De repente, un grupo uniformado secuestra a mujeres y acaba con todo aquel que intente impedirlo. Poco después, todas ellas se han convertido en meras incubadoras humanas. Es el mandato de un nuevo sistema de poder: la república de Gilead, sustituta de los Estados Unidos de América actuales. Esta es la nueva forma de vida que cuenta The Haindsmaid’s Tale, una serie producida por MGM y HULU y protagonizada por Elisabeth Moss (una de las mujeres que mandaba detrás de Mad Men), que da vida a Offred. Después de perder a los suyos y hasta su propio nombre, Offred pasa a formar parte del servicio del comandante Fred (interpretado por Joseph Fiennes), con el que practicará “la ceremonia” con el objetivo de concebir una nueva vida.

La distopía de The Handmaid’s Tale

La historia proviene de la novela homónima de la escritora canadiense Margaret Atwood (Premio Booker y Premio Príncipe de Asturias), y nos remite a una sociedad distópica, con graves problemas de fertilidad humana a causa de la contaminación. En caso de producirse un nacimiento, hecho excepcional en esta época, este nuevo individuo pasa a formar parte de la élite. En una sociedad absolutamente polarizada, no formar parte de esa élite tiene como consecuencia una vida privada de libertad, en el mejor de los casos. En el peor, la muerte. Con una excepción: la mujer fértil. Atwood no desaprovechó el amplio marco de la ciencia ficción para trazar un paralelismo entre estos extremos y los conflictos que afronta la mujer en la actualidad. The Handsmaid’s Tale es la primera serie de ciencia ficción de carácter feminista de la era VOD y una de las apuestas externas de HBO junto a Feud: Bette and Joan, dramatización de la rivalidad que enfrentó a Davis y Fontaine durante el rodaje de ¿Qué fue de Baby Jane? (1962), para el lanzamiento de su plataforma online.

Por su parte, la república de Gilead elimina singularidades y establece cuantos patrones puede: la vestimenta, por ejemplo, es roja en el caso de las “maids” ya que se trata del color de la fertilidad. Además, para ir a hacer un recado o cualquier actividad que implique salir de casa de su comandante, la “maid” deberá ir acompañada de otra “maid”. Su forma de hablar también está regulada; usar el vocabulario impuesto es la forma de mostrar respeto de manera constante al nuevo poder establecido.

En ocasiones es fácil olvidarse de que la  visión de la sociedad está sesgada por nuestro entorno, clase social, lugar de residencia, etc. Una de las primeras lecciones que te enseñan cuando juegas al póker es que no se suele ganar si solo te centras en tus cartas y te olvidas de los rivales; The Handmaid’s Tale nos presenta un futuro inmediato en que todo comienza cuando dejamos de mirar a los ojos del otro, de entender su juego, hasta que el desarrollo de los acontecimientos acaba por hacer evidentes unas motivaciones que ya habían estado ahí desde el principio.

Esta distopía de The Handmaid’s Tale también comienza cuando la sociedad acepta la primera privación de libertades: una involución de ese calibre no se fragua en unos días, sino que va imponiendo sus normas paulatinamente a través de pequeños cambios. Atwood, pensadora feminista, ya trazó en la novela una línea causa efecto entre las pequeñas concesiones a las restricciones de la libertad y las más graves consecuencias para el mantenimiento del respeto por el individuo. La serie parece lanzar una advertencia: si aceptas las restricciones, atente a las consecuencias.

La primera vez que Offred advirtió el peligro fue cuando, sin previo aviso, despidieron a todas las mujeres de sus puestos de trabajo. A partir de ese momento, la vida de Offred se convierte en un infierno en el que luchará para sobrevivir con un solo objetivo en mente. Para descubrirlo, tendrás que ver la serie.