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El Cine en Casa (y en el celular) ¿Una ventaja?

Hace un tiempo el editor en jefe de esta página me hizo saber de la existencia de un teléfono celular (el nuevo Moto Z Play) que tiene la particularidad de ser un proyector. Piensen en eso: quien sea dueño de ese celular, y tomando en consideración las capacidades de disco rígido actuales de los mismos, puede prácticamente convertir cualquier lugar en un cine, sea de forma planeada o improvisada.

Esto trae a colación una cuestión que está en boga, y seguirá en boga conforme siga avanzando la tecnología, y es la decreciente necesidad de tener que ir a una sala de cine para ver las películas. Si bien en la actualidad los proyectores no son los que se dice económicos, aquellos que lo poseen, y quienes han visitado a aquellos que lo poseen, no pueden negar que, rebusques más, rebusques menos, y apagando la luz, la experiencia de una gran pantalla se reproduce casi con exactitud.

Cuando uno va al cine, tiene que ver los estrenos, pero esta tecnología te permite ver la película que quieras y cuando quieras. Esto permite ver los clásicos para la pantalla que fueron creados, y que no con mucha frecuencia llegan a nuestras salas.

Desde la llegada de la televisión, y más precisamente con el video, no se ha dejado de pensar en la experiencia de tener un cine en casa, y si bien en el pasado materializar esta experiencia, al menos literalmente, estaba solo al alcance de consumidores con bolsillos profundos, hoy, la llegada de un celular que obre como proyector, puede obligar a las marcas de proyectores a bajar sus precios, mientras que los exhibidores se encontrarán ante una etapa más avanzada de su posible extinción.

Esta cuestión va a caballo de otro tema que son los servicios de streaming, quienes están al tanto de esto, y toman riesgos con sus contenidos que los estudios no están dispuestos a asumir. Siendo Netflix el principal innovador, pero de a poco se suman otras como Qbit y Amazon on Demand. Incluso los estudios tienen sus propias plataformas, aunque sea en una etapa larvaria, con la excepción de Warner que ya tiene la suya de modo completamente funcional.

No obstante, dos aspectos que están puestos en jaque por esta nueva tendencia son la calidad audiovisual y el cine como experiencia comunitaria. La primera tiene una ventaja descomunalmente estratégica en cuanto a la imagen (el 4K es el estándar a alcanzar, pero el 1080p de momento basta y sobra), pero no tanto en el sonido. Le pese a quien, le pese ningún Home Theater va a superar el Dolby Atmos.

Lo segundo, la experiencia comunitaria, es un poco más discutible; cuando uno va al cine, uno se tiene que atener a ciertos códigos de conducta y adaptarse a los tiempos de la pantalla. Si bien esto beneficia a la completa concentración del espectador en la película, no se puede negar que con la presente dependencia/necesidad que tenemos para con nuestros celulares, la posibilidad de frenar y reiniciar es tentadora.

La lucha de los exhibidores contra estos avances tecnológicos para el hogar no son muy distintos a los desafíos planteados en los años 50, que devino en la popularización del Cinemascope primero y del 3D después. En la actualidad, la nueva apuesta de los cines es el llamado 4D, con sus asientos móviles y vibradores, que deja más espacio para las piernas comparado al de los asientos normales.

El cine en casa

No obstante, si tenemos que hablar del cine en casa, hay que traer a colación al gran elefante en la habitación. Un elefante del que podríamos decir moviliza a gran parte del público a considerar el uso de estas tecnologías como alternativa, y es el precio de las entradas. No es la intención de quien esto escribe cuestionar las políticas comerciales de los exhibidores. Si bien los números anuales de asistencia parecen mostrar un apoyo estable, la palabra en la calle es de gente que recurre cada vez más a las promociones 2×1 y a las avant premieres ofrecidas por distintos sitios (entre ellos en el que se publica esta nota) para seguir consumiendo el cine en salas.

Está claro que el público quiere ir al cine, está también claro que son conscientes de que es una experiencia irremplazable, pero también es un hecho se muestran cada vez más reticentes a pagar precio completo, y son cada vez menos las películas por las cuales están dispuestas a correr este riesgo. ¿Quién puede culparlos? La situación financiera actual tiene ahorcado a más de uno para llegar a fin de mes, que el cine se ha vuelto un verdadero lujo.

Si el público es un protagonista crucial en la consolidación de estas tecnologías, no podemos dejar de lado a los productores de contenidos. Como se dijo más arriba, los gigantes del streaming se animan a darle oportunidades a historias que no encontrarían cabida en los grandes estudios o las grandes televisoras, y que pasarían las de Caín tratando de encontrar una sala y tratar de generar rédito, por no decir los gastos de publicidad y demás.

Esto es un debate que parece no tener final, y aunque las tecnologías sigan yendo a pasos agigantados, permitiéndonos tener un cine en el bolsillo, las mismas se encuentran todavía muy lejos de reproducir esa inigualable experiencia de observar una gran pantalla, sumido en la absoluta oscuridad y sin otra distracción que lo que la película tiene para ofrecer. Hasta no lograr duplicar esa sensación, estos aparatos serán simplemente gadgets elaborados, pero por otro lado es un gran caveat para que los exhibidores no se duerman en sus laureles.

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