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Críticas

One Piece, live action de Netflix (REVIEW)

One Piece, la nueva propuesta de Netflix, captura la esencia del legendario animé con una adaptación muy lograda.

Netflix viene intentando pegarla con una adaptación de animé desde hace varios años. Cowboy Bebop fue un esfuerzo noble, aunque no tuvo el cariño ni del público ni de la crítica. Pese a haber sido una buena producción (en términos generales), acabó por cancelarse tras la primera temporada.

Del live-action de Death Note mejor ni hablar, así como cada intento de llevar Full Metal Alchemist a una versión no-animada (¿sabían que hay toda una nefasta trilogía dando vueltas en el catálogo de Netflix? Todas realmente olvidables).

Por ese motivo, estaba claro que One Piece llegaría con más dudas que certezas. Más de una vez se ha discutido que el animé, como medio, es demasiado distinto a las propuestas occidentales tanto en su filosofía, como también en sus temas y propuesta visual. Quizás por ese motivo, las adaptaciones terminan fallando más veces de las que salen victoriosas.

Hay excepciones, por supuesto, como lo han demostrado las bien recibidas películas de Detective Pikachu y las dos de Sonic en los últimos años.

We are on the cruise!

Por su parte, One Piece es un monstruo diferente. Considerado uno de los tres grandes shonens del animé (junto con Naruto y Bleach posee el record de más capítulos emitidos en la historia), esta es una serie basada en grandes promesas.

La principal promesa es la de un invaluable tesoro escondido en una de las islas del Grand Line, un misterio del que aún se sabe muy poco pese a que es el conflicto que inició la serie hace 26 años.

ONE PIECE, live action de Netflix (REVIEW)

Incluso los fans más acérrimos de One Piece ocasionalmente se preguntan si el protagonista Monkey D. Luffy algún día cumplirá su sueño de convertirse en el Rey de los Piratas y que su manga de muy larga duración (sumado a su animé intimidantemente largo, que ya lleva emitidos más de 1000 episodios y 15 películas) finalmente terminarán con una nota satisfactoria.

El lanzamiento de la serie live-action de Netflix agrega una arriesgada promesa adicional: que esta adaptación emergerá como una de las buenas, evitando el destino sombrío de tantos animés que ya han hecho esa tentativa antes.

One Piece: las libertades de la temporada 1

Si One Piece logra cumplir con lo que promete quedará en el ojo de cada espectador. Dado que la adaptación de Netflix cubre alrededor de 44 episodios del animé en sólo ocho capítulos, es normal que se hayan tomado algunas libertades.

En mi caso, como audiencia me encuentro en un punto medio. Sin ser un fan absoluto, conozco la historia y vi -hace ya varios años- toda la Saga East Blue que comprende los primeros 61 episodios de la serie. No la continué porque me acobardé, pero lo que pude ver lo disfruté un montón y me permitió tener una idea general del tipo de experiencia que se quiere transmitir.

Así que inicié el live-action con cautela, notando que algunos efectos especiales no se ven tan bien y que hay múltiples modificaciones con respecto al material fuente. Sin embargo, a los quince minutos ya estaba completamente enamorado, una vez más, del fascinante mundo creado por el mangaka Eiichiro Oda.

Me parece que este live action de One Piece tiene mucho gran corazón y debería entretener tanto a los fanáticos de toda la vida como a los recién llegados. La primera temporada cubre prácticamente toda la Saga de East Blue, excepto el arco final de Loguetown, y comprime bastante la narrativa conservando el espíritu de lo que hace que One Piece sea único.

Con ciertos personajes eliminados o reducidos a breves cameos, y los arcos más interconectados que en el relato original, acá tenemos a personajes como Arlong y Garp, por ejemplo, que son promovidos a los grandes antagonistas de la temporada.

Arlong se introduce de forma más temprana y termina siendo el villano de mayor alcance hasta el final de la temporada, estableciendo que básicamente gobierna el East Blue, en lugar de simplemente pasar el rato en Arlong Park. Esto incluye un momento específico en el que el pirata payaso Buggy (fantástica interpretación de Jeff Ward) le informa a Arlong sobre algo, mientras que en el manga, los dos son villanos independientes.

Este tipo de cambios me gustaron porque permiten suavizar el ritmo y hacer que los arcos argumentales (muy independientes en el animé original) logren sentirse más orgánicos. Se experimenta cierta progresión narrativa, episodio a episodio, que genera un enganche emocional.

Por su parte, Garp es un héroe antagonista que persigue a Luffy en parte debido a su trabajo como vicealmirante de la Marina, en parte por el pasado de ambos y, últimamente, porque es divertido y lo ve como un oponente digno.

En comparación, la producción de Netflix es también menos cómica y un tanto más oscura. Esto no quiere decir que el manga y el animé de One Piece no sean oscuros o violentos. Aparte de los temas de tiranía, esclavitud y opresión que se manejan, la historia original está llena de acción y violencia. Sin embargo, la serie es todavía más sangrienta y madura.

Solo en el primer episodio, la ejecución de Gold Roger por empalamiento se muestra sin esconder nada, con él muriendo en la plataforma mientras ríe descontroladamente. Más tarde, Koby es obligado a limpiar la sangre dejada por la cruel Alvida y el espadachín Zoro se muestra cortando a un enemigo (Mister 7) por la mitad.

One Piece: aventuras en el mar

De todas formas, aclaremos que One Piece es, durante gran parte de su duración, una aventura muy divertida que pone un énfasis extra en que los sueños son hermosos e importantes de seguir.

Además de funcionar como una digna adaptación del animé, recupera el espíritu de aventuras de piratas que se había perdido desde el estreno de la primera Piratas del Caribe.

En su esencia, One Piece reconstruye los mitos de los piratas como seres desalmados y traicioneros. Los piratas villanescos sí existen, pero la Banda del Sombrero de Paja, liderada por Luffy, hace todo lo posible por evitar daños colaterales y nunca herir a un inocente.

Hablemos un poquito sobre los protagonistas. ¡Qué elencazo lograron conformar los creadores Matt Owens y Steven Maeda! Luffy, Zoro, Nami, Usopp y Sanji están perfectamente casteados, tienen una química innegable entre ellos y lograron trasladar súper bien las personalidades de sus contrapartes animescas.

Todos los principales tienen un desarrollo propio e interesante, mientras mantienen la vibra exagerada y ridícula que caracteriza al animé. La entusiasta interpretación del mexicano Iñaki Godoy como Luffy es muy creíble y amena. Su vibra alegre, sus gestos cómicos y su acertada entrega de los diálogos favoritos de los fans ayudan a encarnar al pirata, a veces testarudo, pero siempre heroico.

Si bien todos están fantásticos en sus respectivos roles, la interpretación más destacada de One Piece terminó siendo la de Emily Rudd como Nami, una actriz que quizás recuerden de la segunda película del evento Fear Street que estrenó en 2021 (mi parte favorita, por cierto).

Rudd es muy sutil en su interpretación, generando intriga con su personaje que tiene componentes pícaros, un enigmático trauma del pasado y una actitud dura de navegante. Fue el personaje que más llegó a cautivarme a lo largo de esta primera temporada. Es muy fácil creer que Nami realmente se preocupa por quienes la rodean, incluso cuando sus acciones muestran lo contrario.

Si bien la serie hace un trabajo excepcional al caracterizar la dinámica de la floreciente camaradería de los Sombrero de Paja, otras dinámicas son muy efectivas también. El breve encuentro entre Zoro y Mihawk es muy destacable, así como la relación que desarrollaron Garp y Koby.

El balance

Lo mejor que sabe hacer One Piece es encontrar un balance entre lo estrambótico y exacerbado que puede ser el animé como medio y los momentos emocionales que el espectáculo hollywoodense sabe hacer tan bien. El resultado es una primera temporada llena de momentazos, escenografías vibrantes, vestuarios adecuados y una encantadora dinámica de “familia encontrada” que el elenco logra con mucha eficacia.

La serie cubre mucho terreno, especialmente teniendo en cuenta que condensa lo que serían aproximadamente 17 horas de animé en ocho episodios que rara vez llegan a los 60 minutos. Esto hace que se opte por simplificar los principales ritmos de la historia mediante arcos dobles mezclados dentro de un mismo capítulo.

Es verdad que puede ser un montón de información junta, especialmente en los dos capítulos finales que están un poco apresurados. Sin embargo, su estructura narrativa es lo suficientemente clara y sencilla como para funcionar como puerta de entrada a nuevos seguidores de Luffy y su banda.

Por mi parte, quedé completamente satisfecho con este live-action que logra ser fiel al material original al mismo tiempo que agrega sus propias ideas frescas y bienvenidas. El tiempo dirá si One Piece logra tener suficiente éxito como para asegurar futuras temporadas que exploren las arenas de Arabasta, las nubes de Skypiea o la impenetrable fortaleza de Enies Lobby.

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One Piece, live action de Netflix (REVIEW)
Conclusión
One Piece crea un mundo hermoso e inmersivo que combina el universo delirante del animé con una emocionante aventura basada en personajes. La narrativa es atractiva, sorpresivamente emotiva y construye una trama que incluso los recién llegados a la franquicia podrán entender y conectarse.
Nota de lectores3 Votos
91
90
Total
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