El Secretario Brigante es un investigador muy dedicado que ya podría estar en otro cargo más alto pero prefiere esquivar el encierro de una oficina para apersonarse en la escena del crimen y captar de primera mano los testimonios y evidencias que se encuentren.

Con el relato de los testigos y rastros de los peritos, reconstruye en su mente los hechos para llegar a armar un caso contra los responsables. Como suele pasar, tanta obstinación con su profesión produce que descuide a su familia y poco a poco se aleje de ellos.

Con una estructura procedimental, El Secretario presenta personajes mientras recorre los casos que le toca investigar en la fiscalía y -en paralelo- prepara el camino para la historia propia del protagonista alrededor del misterio hogareño que su hijo (con vehemencia creciente) le reclama que resuelva: la desaparición del perro de la familia que solo él continúa viendo a cada paso, como un fantasma que lo vigila en silencio.

El secretario Brigante que tan bien interpreta Alejandro Awada no es Holmes: es poco más que un agotado burócrata que no utiliza recursos rebuscados para avanzar en sus investigaciones, pero es capaz de reconstruir los hechos en su mente con la información que recibe, poniéndose por buena parte de la serie en una posición más de narrador que de protagonista.

Limitado a recolectar datos y hacer algunas preguntas que guíen los testimonios, el secretario se enfrenta a un criminal con aires de grandeza al que no pueden mantener encerrado, un robo al banco que es más de lo que parece y un cocainómano que, irónicamente, asesina a su pareja a sartenazos. En general el misterio principal se revela rápidamente, pero son las motivaciones de los personajes secundarios y sus historias paralelas lo que vuelven interesante a cada caso, todo en un clima de policial negro con insinuaciones sobrenaturales que van tomando importancia a medida que Brigante se acerca a la verdad sobre el misterio que lo involucra a él mismo.

Los distintos casos funcionan con independencia entre sí y se apoyan menos en el misterio que en los climas de tensión construidos, apostando mucho a la imagen, algo que por momentos resuelve de formas muy interesantes pero en otras tropieza con secuencias que innecesariamente evidencian el limitado presupuesto, rompiendo lo que se había esforzado por construir con inteligencia minutos antes. El mismo desbalance se siente en las historias, porque mientras la trama que se carga al hombro Gonzalo Urtizberea es un punto brillante de la serie, los diálogos que interpreta Diego Alonso parecen escritos un rato antes de grabar la escena y anulan el potencial que parece tener su personaje. Eso último (en menor medida) también se le puede aplicar a la familia de Brigante, aunque mejoran cuando en los últimos capítulos comparten el protagonismo con Awada, mas allá de que la resolución del tan anunciado misterio del que forman parte promete una sorpresa que nunca llega.

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