Connect with us

Alta Peli

Críticas

El Perro que no Calla (REVIEW)

Luego de su paso por Sundance y el Festival de Mar del Plata, llega a la cartelera El Perro Que No Calla, una rara avis dentro de la filmografía de Ana Katz. Crítica, a continuación.

En los últimos años, el nombre de Ana Katz ha resonado bastante en la industria y no es para menos, tratándose de una de las directoras argentinas actuales más prolíficas. Gran observadora de aquel microcosmos en el que se mueve la clase media, su cine se compone de una serie de tragicomedias, casi siempre protagonizadas por mujeres, en donde la idiosincrasia, los lugares comunes y los estereotipos juegan un papel preponderante.

Las crisis personales y vinculares solapadas por la cotidianidad, han quedado registradas en temas como la obsesión con el amor y la imposibilidad de duelar en Una Novia Errante (2007), estrenada en el Festival de Cannes, la descomposición de la familia nuclear noventera en Sueño Florianópolis (2018) o la maternidad rosa en Mi Amiga del Parque (2015), esta última ganadora del premio a Mejor Guion en el Festival de Sundance.

En esta ocasión, Katz decide correrse del terreno más convencional con El Perro Que No Calla, su sexto largometraje con elementos experimentales y de ciencia ficción. Un relato cuasi apocalíptico, fragmentario, que fue rodado de forma intermitente durante un periodo de tres años y que ya se ha ganado el mote de “la película que se adelantó a la pandemia”.

Tras su estreno en Sundance y en actual competencia en el Festival de Cine de Mar del Plata, el nuevo film de la directora y actriz propone sumergirnos en un mundo tan imprevisible y absurdo como el nuestro.

Construir sobre arenas movedizas

Filmada en un delicado blanco y negro, la película presenta a Sebastián (Daniel Katz, hermano y habitual colaborista de Ana), un treintañero taciturno y pasivo que parece llevar una vida relativamente estable. Sus vecinos se quejan de que su perra, Rita, no para de llorar cuando él no está, situación que lo obliga a transportarla con él a la agencia en donde oficia de diseñador gráfico. Tras un despido casi anunciado, seguimos el camino errante de Sebastián durante varios años, quien como la mayoría de los jóvenes hoy en día, intenta rebuscársela yendo de trabajo en trabajo temporal.

El día a día del protagonista se ve atravesado por la irrupción de una pandemia, producto de un asteroide que golpeó la Tierra, que amenaza con cambiar para siempre el modo de vida de la especie humana. Un virus que ocasiona que el oxígeno se vuelva irrespirable y que fuerza a la sociedad a llevar costosas escafandras o, en su defecto, caminar agachados a no más de un metro de la altura del suelo.

Escrita antes de que se desatara la crisis sanitaria global a causa del Covid, El Perro Que No Calla quizá llame más la atención por su aspecto profético. Pero lo cierto es que este es apenas un elemento dentro de una película que apunta más al retrato de un joven sensible inmerso en un sistema desigual, en donde prima la incertidumbre y el cinismo. Es en este contexto de trabajo precario, luchas sindicales y desastres ecológicos, que Sebastián se mueve por dos realidades aparentemente paralelas: la de la ciudad, con sus oficinas etéreas y sus vecinos individualistas, y la del campo, trabajando la tierra de manera consciente junto a una cooperativa agrícola.

Aunque en una primera instancia la historia parece más cercana a aquel estilo costumbrista con el que siempre coqueteó la directora, luego toma un rumbo mucho más dramático, sensorial y experimental, con elipsis varias que promueven la imaginación del espectador. Aquella impronta que distingue a Katz es retomada recién en su tercer acto, cuando el absurdo se abre paso con la llegada de la pandemia. Lamentablemente, esta ambición por querer ser y contar muchas cosas a la vez le juega un poco en contra y el impacto que deberían tener algunas situaciones termina desvaneciéndose en el aire, otorgando a cada retazo en la vida de Sebastián casi el mismo valor.

Durante sus austeros 73 minutos, jamás se escucha emitir sonido alguno al perro (o perra) que hace honor al título. Quizá, una metáfora de esa procesión interna que caracteriza al protagonista. De la misma manera, la directora juega con la pasión de Sebastián por el diseño y añade a la narración algunos interludios con ilustraciones que plasman momentos de su vida.

El Perro Que No Calla es una obra construida a base de viñetas, en donde la cineasta recorre los diversos estados de ánimo y vivencias de un hombre como si de paisajes se tratara. Una rareza estéticamente formidable, que aún con sus notables problemas de cohesión, resulta digerible para el espectador.

¿Te gustó lo que leiste? Ayudanos a seguir creciendo! 
-

El Perro que no Calla (REVIEW)
Conclusión
La inusual sexta película de Ana Katz se presenta como una lúdica obra con saltos en el tiempo que explora, desde un tono absurdo y una estética melancólica, nuestra cotidianidad y la manera de adaptarnos a los escenarios más inverosímiles. Una suerte de ensayo existencialista que también ofrece una acertada radiografía social, evitando caer en las típicas declamaciones del "cine de denuncia".
Nota de lectores3 Votos
67
60
Total
1 Comment

1 Comment

  1. Pingback: Nominaciones de los Premios Sur 2021: listado completo

Leave a Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

More in Críticas

Trending

To Top
Salir de la versión móvil