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Críticas

Nuestros Días Más Felices (REVIEW)

Crítica realizada durante el 36° Festival Internacional de Cine de Mar del Plata.

La directora argentina que enamoró con su ópera prima Mamá, Mamá, Mamá (2020) vuelve al Festival de Mar de Plata para presentar Nuestros Días Más Felices, un film sobre la vejez y las relaciones maternales en clave de realismo mágico. Crítica, a continuación.

Hace exactamente un año, en el marco de un atípico Festival Internacional de Mar del Plata realizado exclusivamente en formato online, conocíamos la mirada fresca de una incipiente directora que había debutado nada menos que en el Berlinale 2020: Sol Berruezo Pichon-Riviére.

La joven, que rápidamente llamó la atención por un apellido que recuerda al referente de la psicología social, se lució con Mamá, Mamá, Mamá, su delicada carta de presentación protagonizada por un grupo de niñas. Una experiencia sensorial, teñida por una atmósfera de ensueño, que reflexiona sobre la construcción de la identidad femenina en un entorno marcado por la tragedia familiar.

En esta actual edición de nuestro festival y tras su paso por la Bienal de Venecia, Sol regresa a MDQ para sumergir al público en su universo onírico con un segundo largometraje mucho más lúdico y cómico. A través de una narrativa enmarcada en lo que podríamos denominar como realismo mágico, en donde también domina la simbología y el uso del absurdo, Nuestros Días Más Felices explora aquella etapa de la vida en la que los padres vuelven a ser como niños y los roles suelen intercambiarse.

Pequeña mamá

La historia nos introduce en la relación simbiótica de Leónidas (Cristián Jensen) y Agatha (Lide Uranga), un introvertido treintañero y su madre ya anciana que conviven en un desolador pueblo costero. Entre cenas con velas, exigencias varias y la voz de fondo de un bizarro gurú televisivo siempre presente, el hogar materno se devela como una cárcel para Leónidas, cuyos deseos y motivaciones han quedado abnegados ante las absorbentes necesidades de la matriarca.

En su cumpleaños número 75, Agatha sufre una descompensación que la obliga a suspender el festejo y la amargura se apodera profundamente de ella. Tras varias horas encerrada en su habitación, la mujer despierta al día siguiente convertida nada menos que en su yo de ocho de años (Matilde Creimer Chiabrand).

Perturbado por este inexplicable suceso y con pánico de lo que podría suceder si lo descubre el mundo exterior, Leónidas decide acudir a su hermana, Elisa (Antonella Saldicco), quien hace tiempo huyó de de aquella manipuladora madre en busca de su independencia. Aún marcada por las viejas heridas, Eli regresa al hogar y entre ambos hermanos intentan reconstruir un vínculo sano antes del último adiós.

La directora argentina vuelve a tocar fibras sensibles con este relato mágico que profundiza en temas como la libertad, la muerte y, sobre todo, la redención. Aunque a simple vista Nuestros Días Más Felices parezca opuesta a su film debut, en donde retrataba el mundo desde la mirada de las niñas, la trama propone una conversación entre vejez e infancia, aquellas dos etapas tan distantes entre sí pero que, en esencia, tienen más en común de lo que uno cree.

En este juego de opuestos, con hijos haciendo de padres de mamás chiquitas y caprichosas, los hermanos se dan también la chance de intercambiar roles. Cuando Elisa empuja a Leónidas a construir su propia vida y aventurarse a lo desconocido, es ella quien elige cuidar a una madre que, a pesar de ocupar ahora un cuerpo diminuto, no abandona su carácter difícil y posesivo. En medio de resentimientos y reproches, la hija mayor intenta de todas formas conectarse con Agatha, quien como toda niña ahora se permite mostrarse tal cual es: con sus miedos, su honestidad sin filtro y sus ocurrencias.

Si bien, la nueva película de Berruezo Pichon-Riviére comparte con Mamá, Mamá, Mamá los elementos oníricos y simbólicos, el tono y la estética lucen bastante distintos. En este caso, se apuesta por la comedia absurda, con inclusión de escenas bastante kitsch como las del gurú. Llama la atención también el montaje a modo de collage y las situaciones en las que la directora se permite jugar plenamente con el lenguaje narrativo, despojándose de formalidades y coqueteando con un cine más experimental.

Nuestros Días Más Felices quizá no sea todo lo intimista, climática o incluso sutil que fue su antecesora, sin embargo, resulta interesante como una búsqueda más ambiciosa, que toma sus riesgos dentro de un género poco explorado en nuestra cinematografía argentina.

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Nuestros Días Más Felices (REVIEW)
Conclusión
El segundo largometraje de Sol Berruezo Pichon-Riviére nuevamente nos propone un universo familiar onírico, aunque en esta ocasión prima la comedia absurda y bizarra. Una obra metafórica, que utiliza el elemento mágico con el fin de transformar la realidad dramática en un emotivo cuento sobre la complejidad de los vínculos filiales y la necesidad de sanar para poder alzar vuelo.
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